miércoles, 24 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 11

Pero daba igual. Lo importante era que sí recordaba lo que había sentido, lo mismo que al acariciarle la mejilla con anterioridad. La piel de Paula era tan suave como el pétalo de una magnolia y su naricilla, salpicada de pecas, era encantadora. Aunque no la había besado aquella noche, había querido hacerlo. Eso sí lo recordaba con toda claridad. ¿Cómo podía olvidar esa boca, con migraña o sin ella? Llevaba seis meses pensando en esos labios, imaginando a Paula en sus brazos, besándose… Y sí, haciéndole el amor. Pedro no sabía exactamente por qué, al final, había consentido en hacerse pasar por su novio. Aunque quizá sí lo supiera. Las lágrimas de ella habían provocado algo en él. Miedo. Miedo a que Paula pudiera hacer una tontería que acabara destruyendo… No, no iba a pensar en eso. No, no era como Victoria. Era pragmática, fuerte y tenía aguante, cosas de las que Victoria había carecido. Las lágrimas de Paula eran comprensibles teniendo en cuenta lo que se jugaba. Solo iban a ser dos horas. Dos horas fingiendo ser el novio perfecto de Paula. No era tan complicado.


Paula se estaba subiendo la cremallera de la espalda del vestido de noche cuando oyó llegar a Pedro. Se sujetó la espalda del vestido con una mano y salió de su habitación para abrir la puerta. No lo había visto nunca con traje de etiqueta. Con ropa deportiva era suficientemente guapo como para parar el tráfico. Con vestimenta formal podía incluso parar el tráfico aéreo. Incluso un cohete. La dejó sin respiración. Tuvo que tragar saliva un par de veces para poder hablar.


–Hola. No consigo subirme la cremallera. ¿Te importaría echarme una mano?


–No, no me importa –dijo él, y cerró la puerta de la entrada–. Date la vuelta.


Paula contuvo el aliento al sentir los dedos de él rozarle la piel. Un tembloroso cosquilleo le recorrió el cuerpo y algo en lo más profundo de su cuerpo prendió fuego. Algo primitivo se apoderó de ella. Si se echaba ligeramente hacia atrás entraría en contacto con el pecho de Pedro, con sus caderas… Y con otras cosas. Cosas de hombre. Pero la cremallera no daba para más. 


–La cremallera ha pillado la tela y se ha atascado –dijo Pedro mientras intentaba hacer funcionar el mecanismo.


Sintió el aliento de Pedro en la espalda y contuvo un temblor. Pensó en esas manos, bajando, acariciándole las nalgas, acariciándole la entrepierna… Por fin, consiguió subirle la cremallera.


–Ya está.


Sí, ya estaba. Paula jamás había estado tan excitada sexualmente. Se dió media vuelta, con la esperanza de que su rostro no reflejara sus lascivos pensamientos. Si no dejaba de sonrojarse podría bajar la calefacción. 

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