miércoles, 17 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 72

La cena de Paula con Pablo fue mejor que lo que ella habría esperado. Al principio él se mostró escéptico sobre convencer a alguien de su empresa de que todo el personal tendría que aprender a manejar un paquete informático nuevo, pero lo vió cautamente animado después de oír lo sucedido con el experimento Barrett. Confirmó la sospecha de Paula de que los diferentes sistemas tenían un valor simbólico que iba más allá de las consideraciones prácticas.


—Pero nadie querrá reconocerlo —le dijo—. ¿Hay algún modo de que puedas hacer que parezca una decisión pragmática? Hay gente en ambos lados que jura que hay cosas que puedes hacer en dos segundos con el sistema que defiende y que con el otro se requieren dos horas; si pudiéramos llevarlo a cabo con un sistema que emplearan ambos...


Paula pensó que era una de esas cosas que sonaba tan fácil y obvia y que probablemente necesitaría años de trabajo. Sonrió y comentó que era una buena idea y que situaría todo bajo una perspectiva nueva... Pedro se habría sorprendido si hubiera estado presente para oírlo. Las dos semanas siguientes se dedicó a investigar. Era una forma de no pensar en él. En cuanto le colgó aquella noche no pudo creerse lo que había dicho. Había tirado una última noche con él... ¿Y por qué? Por orgullo. Si se hubieran hallado en la misma habitación no lo habría hecho. Pero estaba hecho, y Pedro lo había aceptado. Parecía salir con una mujer diferente cada noche. Cuando lo llamaba a eso de las seis y media a su despacho para preguntarle algo, él le informaba de que tenía prisa porque esperaba que en cualquier momento entraran Micaela, Aldana o Nadia. Así transcurrió otra semana profesionalmente estimulante. Cuando tomaba un descanso una mañana, se encontró en la cafetería con la jefa de Personal. Parecía extenuada.


—¿Cuál es tu secreto? —le preguntó a Paula cuando se dirigían a una mesa con las bandejas.


—¿Mi secreto? —sonrió.


—Con el señor Alfonso. Por su despacho han pasado seis secretarias en tres días. Siempre ha tenido una rotación impresionante, pero por lo general conseguíamos a alguien que durara una semana. He de reconocer que jamás tuvimos a nadie con tu aguante —suspiró—. Sé que para tí es una oportunidad maravillosa, Paula, pero el corazón se me cayó a los pies cuando te ascendió. Al principio pensé que de algún modo lo habías reformado... Una chica llegó a decir que había sido amable con ella, si es que puedes creerlo. Ahora ha vuelto a ser el mismo tirano, si no peor.


—Bueno, es evidente que si la gente deja que se salga con la suya, eso no hace más que animarlo —repuso con severidad—. Es muy malo para él.


—Malo para «Él» —musitó la señora Cox—. Una chica no fue capaz de aguantar ni una hora. No sé qué les dice.


—¿Quieres que hable con él? —preguntó Paula.


—¿Con el señor Alfonso?


—Deja que lo exponga de otra manera. Voy a tener una charla con el señor Alfonso, le guste o no.


Comprendió que había pasado un tiempo desde la última vez que le había dicho a Pedro lo que pensaba de él. No podía besarlo, desde luego, pero aún podía insultarlo. Les vendría bien a los dos. Tomó el ascensor hasta la última planta con expresión marcial en los ojos. Una secretaria con lágrimas en los ojos pasó junto a ella y huyó por una puerta que ponía "SÓLO SALIDA DE EMERGENCIA". El aullido de una alarma llenó el edificio. Paula introdujo la clave para apagarla, luego se acercó a la puerta del despacho de Pedro. Hablaba por teléfono, de modo que esperó fuera. 

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