miércoles, 3 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 50

 —Claro —lo tranquilizó—. No tengo que rechazarte ahora. Si prefieres que lo haga cuando seas plenamente consciente, no tengo inconveniente en esperar.


—No morderé el anzuelo —rió él—; estoy demasiado cansado. Puedes compartir mi cama si quieres. Si no, te llevaré a casa.


Dos segundos antes se había sentido furiosa, pero, de pronto, la idea de ir a casa sola le resultó deprimente. Llevaba con Pedro casi cuatro días seguidos.


—¿De verdad? —preguntó.


—¿De verdad qué?


—¿Dormir contigo? ¿Ir a tu casa contigo? Me siento tan cansada — indicó—. A la mía como mínimo son treinta minutos, y tu piso se encuentra a sólo cinco.


—¿Sabes? —Pedro enarcó una ceja—, me gustaría pensar que te entendería si funcionara al cien por cien de mi capacidad, pero de algún modo lo dudo.


—¿Qué hay que entender? Estoy cansada. Si me voy a tu casa podría estar durmiendo en quince minutos en vez de en cuarenta y cinco. No me dí cuenta de que me hacías una proposición que no pudiera aceptar.


—Perfecto —repuso al fin con voz cansada—. Claro. Vayámonos.


—Llamaré un taxi. No deberías conducir tan agotado.


Bajaron en el ascensor hasta la calle y se derrumbaron en el interior del taxi que los esperaba, en silencio por pura extenuación. Unos momentos después el coche se detuvo en el almacén reconvertido junto al río en el que Charles tenía un ático. Le dio una propina generosa al conductor. Paula lo siguió con los ojos medio cerrados.


—¿Dónde está el dormitorio? —preguntó ella al entrar en el salón enorme que gozaba de una vista espectacular.


—Por aquí —la condujo hasta una puerta en el extremo opuesto de la estancia. Ella ya iba casi con los ojos cerrados—. ¿Quieres un pijama? — preguntó desde la puerta de lo que parecía un vestidor.


—No me importa —indicó ella, mirando con añoranza la inmensa cama que había en el centro de la habitación. 


—Será mejor que lo uses. Mañana querrás ponerte la ropa que llevas ahora. Toma —le arrojó un pijama negro de seda—. Dispones de un minuto si no quieres tener público —sonrió y desapareció en el vestidor.


Paula se quitó los zapatos, se sacó el vestido por la cabeza y lo tiró a una silla. Luego siguió el sujetador. Se enfundó la parte superior del pijama, se quitó las medias y a continuación se subió los pantalones, que volvieron a caerse. Sacó los pies de ellos con un encogimiento de hombros y se encaminó hacia la cama. Pedro salió del vestidor. Sólo llevaba los pantalones de un pijama. Ella había pensado que no podía abrir los ojos... Pero el milagro lo consiguió las horas que sin duda él pasaba en el gimnasio. Se metió bajo el edredón sin dejar de mirarlo.


—Es el anticipo de próximas atracciones —sonrió él—. Durmamos un poco. 


Ella jamás habría pensado que sería capaz de dormir con Pedro medio desnudo a su lado, pero en cuanto la cabeza contactó con la almohada perdió el conocimiento. 

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