lunes, 8 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 55

 —No exactamente —indicó Paula—. Quiero decir que creo que de verdad deseas acostarte conmigo.


—Por ponerlo con tacto —la risa le dio calidez a su voz—. ¿Hay algo malo en ello?


—No, claro que no.


—Pero piensas que a la mañana siguiente ya no oirías más de mí.


—Nunca más oiría de tí a la mañana siguiente si hubiera una noche anterior. Lo que no sucederá porque he de mantener un contacto civilizado con mi jefe. 


—¿Sabes cómo se dice «Te tengo bajo mi piel» en rumano? — preguntó Pedro.


—No.


—Dedicas tanto tiempo a estudiar idiomas y nunca pareces saber cómo se dice algo útil. Olvídalo, cariño. Te haré volar cuando vuelva y te demostraré que te equivocas.


—Hmm —musitó ella—. ¿Tienes a mano por casualidad un diccionario Checo-Inglés?


—En alguna parte... ¿Por qué?


—Comprueba si en alguna parte explica la palabra inglesa «No» — pidió—. Creo que hasta ahora no te la habías encontrado. Buenas noches, Pedro —colgó.


Volvió a sonar de inmediato, pero ella no le prestó atención. Se lo tenía merecido. Luego dejó de sonar y lamentó no haber contestado. La llamó otra vez el sábado y el domingo por la noche para contarle cómo marchaba el negocio, hablarle de Praga y lo mucho que deseaba que lo hubiera acompañado. No recordaba que Pedro jamás se hubiera tomado tantas molestias cuando deseaba acostarse con alguien. Se acurrucó en el sofá, se burló de él y lo insultó, mientras él reía y le decía que haría que se tragara sus palabras, y en momentos le creyó.


Cuando Paula fue a Barrett el día señalado, lunes, encontró a sus dos rivales ya presentes, que se observaban de arriba abajo como dos sabuesos recelosos. Al entrar la miraron, luego se dedicaron a observarse otra vez con una indiferencia hacia ella que era más explícita que las palabras. Ninguno creía que Paula, o Alfonso, representara una amenaza para los jugadores importantes. Apretó los dientes; ya les mostraría. Los tres fueron conducidos a una pequeña sala de conferencias donde esperaban algunos directivos de Barrett. Alfonso sería la última en orden. Tres horas más tarde ella se sentía mejor. Sus rivales habían actuado con la relajación de mucha práctica. Pudo ver al viejo señor Barrett tomar notas en un bloc con las tupidas cejas blancas fruncidas; era como si pudiera ver las llamativas características que ningún miembro productivo de su personal llegaría a usar jamás. Luego hubo un descanso para el almuerzo.  Cuando todo el mundo iba a sentarse, empleó su comodín. Se dirigió al director de servicios y dijo con voz agradable:


—Lamento molestarlo, pero, ¿Podría pedirle a Personal que presentara aquí a veinte secretarias eventuales para las dos de la tarde?


El director de servicios enarcó una ceja ante tamaña impertinencia.


—Desconozco qué capacitaciones busca en ellas —indicó con sequedad—, pero será muy afortunada si las consigue con tan poco tiempo de antelación.


—Seguro —repuso con aplomo.


Reinó una breve pausa mientras todo el mundo en la habitación registraba que algo sucedía. Los ojos del director de servicios mostraron un destello de interés. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario