miércoles, 17 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 75

 —Se me ocurren unas cuantas cosas que me harían bien. Podrías decir que sí. Podrías aceptar que repitiéramos lo de la noche pasada. Podrías dejarme acabar lo que iba a decir. Al menos me gustaría pensar que una de las tres opciones tiene una remota posibilidad.


Paula volvió a morderse el labio. Pedro parecía tan «Extraño». Lo había visto actuar con las mujeres durante años, y no era capaz de recordarlo tan delicado, encantador. Nunca lo había visto de esa manera.


—Dí lo que quieras decir.


—Gracias —frunció un poco el ceño—. Mira, me doy cuenta... Lo que quiero decir es que sé que las semanas después de aquella noche no fueron exactamente... Es decir... —se pasó una mano por el pelo con gesto exasperado—. Demonios. Le aseguré a tu madre que no iba a funcionar.


—¿Qué?


—¿No pensarás que me encontraría aquí si no hubiera hablado con ella? —sonrió—. Sé que me consideras arrogante, pero no estoy loco.


—¿Mi madre te dijo que te declararas?


—Digamos que me animó —sonrió otra vez ante su expresión de incredulidad. Se encogió de hombros—. La cuestión es que después de aquella noche que pasamos juntos, sé que me equivoqué en todo lo que hice. Debes comprender que llevo años haciendo lo que he querido. Estaba acostumbrado a tener el control. Pero tú te has metido en mi piel. No dejé de pensar en tí en Praga, y resultó irritante. Se interponía en mi forma de trabajar… No dejaba de pensar en excusas para llamar a la oficina, y en su momento parecían perfectamente razonables salvo que no me quedaba tranquilo hasta que hablaba contigo, y mientras te tuviera al teléfono todo estaba bien, pero cuando colgabas empezaba a sentirme inquieto de nuevo.


—Me dió la impresión de que llamabas mucho —lo miró con timidez—, pero lo justifiqué pensando que quizá siempre lo hacías si te hallabas en Praga y la persona con la que querías acostarte estaba en Londres.


—Jamás fui allí, así que no hay un «Siempre» en el que basarnos — sonrió—. Pero a juzgar por experiencias pasadas, lo más probable es que hubiera encontrado a alguien que no estuviera del otro lado de una línea telefónica. 


—Es lo que yo pensé. Pero cuando hablabas conmigo te mostrabas como siempre eras.


—¿Cómo puedes decir eso? —protestó—. Nunca he intentado decirle a una chica que no podía quitármela de la cabeza en checo o húngaro. No podía quitarte de la cabeza. Pensé que lo conseguiría, pero cuando nos acostamos todo empeoró. No pude dejar de pensar en tí. No me gustaba que alguien me hiciera sentir así. Me molestaba que pudiera desear tanto algo que estuviera fuera de mi control. Por ello, naturalmente, me comporté de un modo que confirmó todo lo peor que alguna vez has pensado de mí.


Paula cerró los ojos. La brisa marina le refrescó la cara; la arena era suave bajo la toalla. Se hallaba en Cerdeña de vacaciones. Eso estaba claro. Al menos existía alguna certeza en el mundo. La cuestión era... ¿Se había vuelto completamente loca? ¿Quizá la añoranza que tenía de él había hecho que lo imaginara? Abrió los ojos. Pedro seguía allí enfundado en su bañador. Todas las pruebas sugerían que estaba en Cerdeña con ella, que...


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