lunes, 8 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 54

 —Me conozco el tema de arriba abajo —indicó Paula—. Me he comprado un traje nuevo. He practicado delante de una cámara de vídeo.  Va a ser algo diabólico.


—Los dejarás boquiabiertos —aseguró Pedro—. ¿La falda es corta?


—Un poco.


—Sabía que no me equivocaba al encomendártela. ¿Sabes cómo se dice «No puedo quitarte de mi mente» en checo?


—No.


—Yo tampoco. Y si lo supiera no lo entenderías, pero en inglés suena tan lujurioso. ¿Cómo va tu húngaro?


—No llega tan lejos.


—Y yo no sé ni una palabra. Bueno, tendremos que considerar que no lo hemos dicho. Sayonara, cariño.


La conexión se cortó. Paula contempló el auricular, luego colgó despacio. ¿Habría hablado en serio? Por un momento sintió una calidez en su interior, pero luego recordó que Pedro podía ser encantador cuándo se lo proponía, y siempre lo era antes de acostarse con alguien. Además, si la presentación era el fiasco absoluto que cabía esperar, no iba a desperdiciar mucho más de su encanto con ella. Tuvo un escalofrío y comenzó lan presentación por enésima vez. Resultaba fácil pensar con cordura cuando no hablaba con Pedro. El fin de semana sería un alivio porque al menos no iba a intimidar a su secretaria para luego pedir que le pasara con ella. Pero en cuanto llegó a casa el viernes por la noche, sonó el teléfono. Era él.


—Estoy fuera de servicio —informó ella.


—Y yo. Me encantaría que estuvieras aquí.


-A mí también —repuso con sinceridad—. Entonces otra persona podría llevar a cabo esta presentación.


—Lo harás bien.


—¿Puedo ayudarte en algo? —inquirió Paula.


—No, la llamada es puramente altruista. Sólo quería charlar contigo. ¿Estás sentada en el sofá?


—Sí. 


—Ojalá estuviera allí —Paula no pudo decir nada. Durante un instante tuvo un recuerdo intenso de los dos tumbados en el sofá—. Dí algo


—pidió él en voz baja—. ¿Te gustaría que estuviera allí?


—No podría responder que no —contestó con sequedad.


—Claro que puedes, si es lo que piensas.


Paula cerró los ojos. ¿Por qué todo era tan fácil para él? No le aterraba el rechazo; soltaba lo que pensaba. ¿Por qué ella no podía imitarlo?


—Bueno, yo... —comenzó—. Yo también desearía que estuvieras aquí.


—Pienso en tí al despertar, ¿Tú piensas en mí?


—A veces.


—¿Sólo a veces? —rió él.


—A veces me despierto y pienso en la presentación. Otras lo hago en tí.


—Yo pienso en tí justo antes de abrir los ojos —musitó él—. Imagino que los abro y miro en unos ojos de color zafiro. ¿Te he dicho alguna vez que eres hermosa?


—En un par de ocasiones —aunque sabía que para Pedro era una costumbre, no se cansaba de oírselo.


—¿Sucede algo?


—No —replicó Paula—. Me resulta gracioso oírte decirme esas cosas —de algún modo le resultaba más fácil hablarlo por teléfono.


—¿Quieres decir que te parece una estrategia? 

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