miércoles, 17 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 76

 —¿Te encuentras bien? —preguntó él.


—Me parece que sí. Por un momento me pregunté si era yo quien se había vuelto loca, pero no me lo parece. Creo que estás aquí. Lo que pasa es que no me creo estar oyendo lo que oigo.


—Sé que lo estoy haciendo mal —indicó—. Debería decirte que desperté y comprendí que había encontrado a la mujer que llevo buscando toda la vida —le sonrió—. Pero no es así, ¿Verdad? Piensas que eso significa que tendrás todo lo que ya tienes, sumada la pareja perfecta. No te das cuenta de que alguien va a entrar en tu vida y la volverá del revés. Bueno, yo no quería mi vida del revés.


—Oh —repuso Paula con dudas.


—¿Qué piensas? —preguntó Pedro.


—Debes hablar en serio sobre eso de que has venido hasta Cerdeña, pero no pareces alguien cuya vida se haya vuelto del revés. ¿Me estás diciendo que...? —no podo acabar la pregunta.


—¿Estoy enamorado de tí? Sí. Por todos mis pecados, de todas las mujeres que hay en el mundo, tuve que enamorarme de la única incapaz de decir «Sí, Pedro», «Desde luego, Pedro», «Eres tan maravilloso, Pedro». No me extraña que haya sido una compañía tan desagradable — dejó caer arena por entre sus dedos—. A veces quería retorcerte el cuello; no es raro que tardara tanto en descubrir qué me había pasado. Pero me aburro si tú no estás conmigo; la oficina parece vacía cuando tú no estás; mi piso parece vacío porque estuviste allí y ya no estás. Quiero que te cases conmigo; ¿Lo pensarás?


Paula lo miró fijamente. Hasta ese momento el único que había hablado había sido él, y no lo había animado a ello. Sabía que no era justo, pero había guardado su secreto tanto tiempo. Si lo supiera, ¿Cambiaría de parecer? Pero no podía decirle que sí y no revelárselo.


—Pedro.


—Sí, Paula.


—Hay algo que debo contarte.


—¿Hay otro? —frunció el ceño.


—No, no hay nadie más —respiró hondo—. Nunca ha habido otro.


—¿Qué quieres decir? —fuera lo que fuere lo que esperara, no había sido eso—. Me comentaste que te gustaban muchos tipos de hombres.


—Me lo inventé. No quería que lo supieras —lo miró con expresión grave—. No pensaba que fueras perfecto. Si tuviera que elegir a alguien para enamorarme, tú eres la última persona a la que escogería.


—Gracias.


—Pero no tuve elección. Sucedió. Siempre he sentido esto. Jamás he sido capaz de mirar a otro. No parecía importar lo exasperante que eres.


—Así que la otra noche... —la observó—. Cuando dijiste que habías estado esperando acostarte con el hombre con el que querías pasar el resto de tu vida... ¿Te referías a mí?


—Oh, no —se apresuró a corregir—. Me lo inventé. Quiero decir, durante años he intentado que me atrajera otro hombre para poder olvidarte... Y si hubiera podido encontrar a alguien que me hubiera atraído un poco, probablemente me habría acostado con él... lo que pasa es que jamás consigo encontrarlo. Pero pensé que si sabías que era virgen, te mostrarías suspicaz, así que solté lo primero que se me pasó por la cabeza.


Pedro prorrumpió en una carcajada.


—Paula, cariño —los ojos le brillaron divertidos—, no me extraña que no pueda vivir sin tí. Estás completamente loca.


—¿Y no te importa?


—¿Que estés loca? 


—¿Que estuviera enamorada de tí en todo momento? —asustaba decirlo. Ya nunca podría retractarse. Si cambiaba de parecer, ella seguiría igual, pero Pedro lo sabría.


La miró. Sabía que no lo diría a menos que fuera verdad. Así que siempre había sido suya. Él no siempre había estado enamorado de Paula... Después de todo, sólo era una chiquilla cuando se conocieron, pero, ¿No había impedido que fuera de otra? Había conocido a tantas mujeres con los años... ¿No le había faltado algo siempre?


—Bueno, quizá en todo momento buscara a alguien como tú, con la salvedad de que no existe nadie como tú.


—¿Significa eso que aún voy a recibir el cinco por ciento de Alfonso? —preguntó.


—Creo que más. A menos que conozcas una ceremonia alternativa — Paula sonrió un poco más—. ¿Sabes cómo se dice «Quiero que todos mis hijos sean como tú?» en estonio?


—No.


—¿Sabes cómo se dice «Cuando no estás conmigo eres en lo único en lo que pienso» en tamil? —volvió a exhibir su expresión burlona.


—No.


—¿Qué te parece «Puedes fundar tu propia compañía y yo me ocuparé de ella si te aburres» en maltes?


—En realidad, no.


—Bueno, probemos con una fácil. ¿Cómo dices «Te amo» en inglés?


—Te amo —repuso Paula.


—Bien. Está muy bien. Y yo también te amo —alargó una mano y le acarició el resplandeciente cabello rojo. Inclinó la cabeza y la besó.


Paula se aferró a él como si fuera lo único seguro en un mundo loco. Cuando él se apartó, le acarició la mejilla, y recordó todos los momentos con Pedro que había atesorado como si no pudieran repetirse. Pero iba a tener toda una vida de ellos.


—¿Cuándo quieres casarte? —le preguntó.


—Tan pronto como sea humanamente posible. Al marcharme, tu madre prometió que te haría un vestido de novia.


—¡Oh, no! —exclamó horrorizada. 


—Oh, sí. En cuanto empiece, no podremos casarnos hasta que lo termine, y como nunca lo terminará, en este momento disponemos de una oportunidad que jamás se nos volverá a presentar. Es ahora o nunca, Paula. ¿Qué dices?


—Ahora, por supuesto. Ahora y siempre. 

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