miércoles, 17 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 74

Pensó cansinamente en todas las semanas que había intentado luchar contra lo que sentía. Había salido con una mujer diferente todas las noches, pero le parecían las mismas. Con mayor o menor delicadeza, cada una había intentado averiguar cuándo volvería a verlo, y él fue el de siempre para rechazarlas. Entonces lo tuvo claro. No le importaba que les gustara o no su estilo, porque no le importaba si jamás las veía otra vez. Si alguna se iba y juraba que nunca más le hablaría, siempre era reemplazable. Todas lo eran. Pero nunca había conocido a alguien como Paula. Si no lo arreglaba con ella, la perdería, y jamás habría alguien que pudiera sustituirla. 


—Aunque no he venido por eso —explicó—. Hemos dejado algunas cosas inconclusas entre nosotros. Quería hablar contigo, y de repente ya no estabas allí,


—¿Tenemos que hablar de ello? —se mordió el labio con desesperación—. Se está tan bien aquí. ¿No podríamos disfrutarlo sin hablar?


«Alejandra es una idiota romántica», pensó con furia. Era perfectamente obvio que perdía el tiempo. Tendría que haber recordado que la madre de Paula era una optimista incurable. Pero no podía marcharse sin exponer lo que había ido a decir.


—No quiero estropearte las vacaciones —comenzó con ironía—. Por otro lado, me he tomado bastantes molestias para localizarte. Comprendo que quizá no te guste lo que pienso decirte, pero creo que te lo debo.


—No me debes nada —se apresuró a indicar ella—. Sé que aquella noche nos acostamos juntos, pero los dos... ¿No lo aceptamos por lo que era?


—¿Y qué era? —su expresión fue inusualmente sombría.


—Actuamos de acuerdo a lo que sentíamos entonces. No hicimos ninguna promesa.


—No—corroboró Pedro. Se echó de lado, apoyado en un codo. A pesar de sí misma, ella lo devoró con la vista, como si en vez de tres semanas hubieran, pasado tres años. Él parecía cansado; debía trabajar mucho—. Algo me dice que pierdo el tiempo —continuó Pedro—. Después de todo, nunca fue un secreto lo que sentías por mí. Aquella noche fue... Bueno, iba a comentar que fue inusual, pero quizá no. Esa noche tampoco mantuviste en secreto la naturaleza de tus sentimientos.


—Pedro, ¿De qué estás hablando?—suspiró Paula.


—¿Siempre haces que sea tan difícil que alguien se te declare?


Paula lo miró en un silencio absoluto. Oyó las olas rompiendo en la playa.


—¿Qué hago qué? —inquirió al fin.


—Sé que es un poco súbito —comentó él—. Pensaba llegar a ello poco a poco, pero no me diste muchas oportunidades de explicarme.


—No hay nada que explicar —se quitó un mechón de la cara—. Te has vuelto loco. Todo el mundo en la empresa trabaja demasiado, y tú más que nadie; supongo que has enloquecido por el exceso de trabajo. Te hará bien tumbarte aquí bajo el sol y relajarte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario