lunes, 15 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 68

 —No sólo para demostrar un punto —le sonrió—. Dije que intentaría pensar en un proyecto nuevo para tí. Pensé que lo mejor era hablarlo contigo. ¿Quieres que te exponga lo básico? Sé que coincidirás conmigo en que los conocimientos son un poco eclécticos; no quiero que tropieces debido a tu inexperiencia.


Ella meneó la cabeza y enderezó los hombros.


—En realidad, se me ha ocurrido una idea.


—Muy bien. Dispara.


—Feffel & Meyers —anunció ella.


—¿Qué pasa con ellos? —preguntó Pedro apoyándose en la pared— . Aparte del hecho de que llevan años esquivándonos.


—Y Rutherford Carlisle.


—Otro muro que he llegado a conocer y tolerar. ¿Qué pasa con ellos?


—Son dos de los más grandes bancos de inversión independientes del país —explicó Paula—. El año pasado hablaron en serio de una fusión. Tiene sentido, pero, entre iguales, ninguno quiere ser segundo.


—Te escucho.


—Bueno, Feffel utiliza el sistema de nuestro principal competidor, mientras que Rutherford emplea el de nuestro segundo competidor. Hay algo simbólico en el hecho de que uno u otro deban cambiar. ¿Supón que los convencemos de que existe una tercera opción? —le brillaron los ojos—. ¿Sabes?, alguien que era un principiante cuando yo realizaba un trabajo eventual en otra firma acaba de ser captado por Feffell... Podría sondear a Pablo durante la cena. Además, también trabajé un tiempo en Rutherford... Creo que sé a quién llamar y qué decir. ¿Qué te parece? ¿Podríamos atraerlos? Si la fusión sigue adelante y la nueva entidad se convierte en un banco importante... Sería un gran espaldarazo para Alfonso si cambiaran a nuestro software al entrar en el siglo veintiuno.


Pedro la observó. Tenía toda la razón. Si la idea funcionaba, para ellos representaría un gran paso en el camino hacia la cima. Había estado pensando en un modo de introducirla en la gran liga, y ella iba por delante de él. Se sintió impresionado. No la habría ascendido si no hubiera pensado que era buena, desde luego; lo que pasa es que no creyó que lo fuera tanto.


—No necesitas que te diga que es una gran idea —repuso despacio.


Lo gracioso es que se sentía engañado. Tal como iban las cosas, Bárbara no requeriría en ningún momento su ayuda.


—Entonces, ¿Está bien que llame a Pablo?


—Claro.


—Estoy impaciente por informarle de lo que hago ahora —le lanzó una mirada de maldad—. Solía decirme que era capaz de realizar su trabajo tan bien como él. Siempre resultó obvio que pretendía que fuera un gran cumplido—. Yo pensaba que si era verdad no necesitaba que él me lo dijera y que, en cualquier caso, si tuviera su trabajo lo haría mucho mejor. Creo que sugeriré un restaurante muy caro y luego insistiré en pagar.


—Eso le enseñará —Pedro rió.


—Lo llamaré ahora mismo —marcó con rapidez el número. Pedro la contempló—. Bueno, es evidente que sería estupendo reunirme contigo antes de que te vayas a Nueva York. Miraré en mi agenda... Oh, comprendo. No, mañana está bien —mencionó una hora y un restaurante y colgó con un encogimiento de hombros—. No te importa, ¿Verdad? — preguntó, mirando a Pedro—. Sé que mañana por la noche íbamos a cenar, pero Pablo se va a Nueva York en unos días y pensé que lo mejor era tratar el asunto lo antes posible. 

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