viernes, 19 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 5

Paula se sentó en el sofá y cruzó las piernas como si se dispusiera a pasar allí toda la tarde. No iba a marcharse sin conseguir su objetivo.


–Una copa de vino tinto –el vino blanco no le servía para la ocasión.


Y, por supuesto, no estaba de humor para beber champán. Al menos, hasta lograr convencer a Pedro.


Pedro se acercó a ella con la copa y se la dió. Paula hizo un esfuerzo por no rozarle los dedos y, en el intento, ambos soltaron la copa que acabó cayéndosele en el jersey nuevo azul mezcla de algodón y cachemira. Bueno, no era completamente nuevo, lo había comprado en una tienda de segunda mano a un precio ridículo, pero era de cachemira.


–¡Vaya! –Paula se levantó del sofá y, al hacerlo, a parte de casi tirar a Pedro al suelo, manchó la alfombra color crema y el sofá–. Oh, no…


Pedro, con sus fuertes manos, la sujetó por los brazos. La sensación de los dedos de él en su cuerpo, a pesar de la ropa, fue electrizante. Él, como si hubiera sentido la misma descarga, lasoltó inmediatamente y se sacó un pañuelo del bolsillo. Durante un momento, ella creyó que iba a secarle los pechos, pero él pareció recuperar la compostura y le dio el pañuelo.


–No te preocupes por la alfombra y el sofá, están tratados con un protector contra las manchas –dijo él con voz muy ronca.


Paula se secó el pecho e intentó ignorar lo cerca que estaban el uno del otro. Olió la lima de la loción para después del afeitado de Pedro y algo más, algo completamente viril. Pudo ver los puntitos negros de la incipiente barba rodeando esa boca digna de una escultura. Y deseó tocarla para ver si arañaba tanto como parecía. Hizo una bola con el pañuelo manchado y con la otra se separó el tejido mojado del jersey del cuerpo.


–¿Podrías darme algo para ponerme? Me gustaría aclarar el jersey antes de que se fije la mancha.


–¿Por qué no te pones el abrigo?


 Paula sopló. 


–Este jersey me ha costado el sueldo de una semana –no estaba dispuesta a admitir que era un jersey barato de segunda mano–. Y no digamos nada de mi sujetador.


El sujetador no era de segunda mano y le había costado una fortuna, jamás llevaría ropa interior que había sido usada por otra. Eso ya lo había hecho de pequeña. Pedro frunció el ceño.


–Increíble.


–¿Qué? ¿Qué has dicho? Trabajo en una revista de modas, tengo que ir bien vestida. No puedo ir por ahí vestida con andrajos.


–¿No te hacen descuentos?


–No soy editora. Escribo una columna semanal sobre las relaciones de pareja.


–Acompáñame –dijo Pedro, y la hizo salir del cuarto de estar para llevarla al cuarto de baño del piso bajo–. Espera aquí, voy a subir por algo para que te pongas.


Paula cerró la puerta del baño y se quitó el jersey. Se miró el sujetador. ¿Por qué llevaba ese blanco virginal en vez del rojo? «¿Porque eres virgen?» «No quiero pensar en eso». 

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