miércoles, 10 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 60

 —No —coincidió Pedro—. Pero habría jurado... —volvió a enarcar las cejas—. Sé que me consideras arrogante, pero, si te digo la verdad, siempre dí por hecho que perdería mi tiempo contigo... Hasta hace poco — sonrió—. No besas como alguien que desea parar en los besos. Y el modo en que me mirabas aquel fin de semana...


—Eres muy atractivo—explicó.


—Bueno, al menos no guardas los besos para el Señor Perfecto.


Bajó la cabeza y posó los labios en su boca, instándola a abrirla... sin necesitar mucha insistencia. Los labios de Paula se separaron al instante y sus brazos le rodearon el cuello, acercándolo. ¿De verdad había pasado sólo una semana desde que lo besó? Parecía un año.  Hasta ese momento él no mostraba señal alguna de tratar de parar. Tenía la lengua en lo más profundo de su boca, enviando oleadas de sensaciones por el cuerpo de Paula. Ella le acarició la cara; había algo increíblemente erótico en enmarcarle el rostro entre las manos mientras su lengua penetraba más y más en su boca. «¿Por qué ha de parar alguna vez?», pensó ella embriagada. Una de las manos de Pedro bajó hasta su cintura. Paula ya había empezado a llevar trajes a la oficina, así que en ese momento la introdujo bajo la falda y le sacó la blusa. Ella contuvo el aliento. Sintió su piel cálida. Suspiró lentamente cuando los dedos de Pedro subieron hasta su pecho y con el pulgar acarició el tenue sujetador. Ya la besaba con menos urgencia, de modo que toda su atención se pudiera centrar en el lento movimiento del dedo en el pecho. Ella temblaba sin control. Su cuerpo parecía atravesado por flechas de placer. Tras un largo rato, él alzó la cabeza sin quitar la mano del busto.


—No pares —jadeó ella con ojos como dos estanques de deseo.


—Paula, cariño, ¿Te has detenido a pensar a quién culparías cuando tú te quedaras frustrada?


—A nadie —repuso con voz ronca.


—Espero que eso quede claro —él se encogió de hombros.


Le desabotonó la blusa con destreza y se inclinó para besarle el pecho. Ella sintió la boca ardiente sobre su piel sensible, y la lengua jugueteó con el pezón. Soltó un suspiro entrecortado. Él levantó la cabeza para mirarla.


—¿Por qué has parado? —preguntó débilmente. Tenía el corazón desbocado.


—Porque esto es ridículo —le acarició el cabello con una mano—. Paula, sabes que me deseas tanto tomo yo a tí, lo cual es bastante. Si esta idea de reservarte ha sido tu principio guía durante años, quizá no debería pedirte que lo dejaras a un lado... pero, ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en ello?


—No lo recuerdo —repuso con sinceridad.


—Bueno, es evidente que tú te conoces mejor —sonrió—. Aunque podrías considerar el principio que me rige a mí.


—¿Y cuál es? —inquirió ella con voz profunda. Si tan sólo siguiera besándola. 


—Lo que importa no es si te acuestas con alguien antes de encontrar a tu verdadero amor, sino si lo haces después.


—Debí imaginarlo —ella rió.


—Claro que sí. Pero, ¿No hay algo de verdad en ello? Si hubieras encontrado al Señor Perfecto, ahora no estarías aquí, o si estuvieras, sería tanta traición besarme como acostarte conmigo. Tendría sentido ser leal a una persona y a una relación reales. Pero en este momento en esa afirmación de lealtad no hay nada. Lo único que puedes saber es lo que sientes en este instante. ¿No es mejor ser leal a los sentimientos que experimentas ahora? Si alguna vez conoces a alguien y consideras que quieres pasar el resto de tu vida con él, puedes ser leal a eso cuando acontezca. Mientras tanto, ¿Por qué no ser leal a lo que sientes ahora mismo?


Había que reconocérselo a Pedro. Tenía una palabra para cada ocasión. Sonaba tan sincero. Al escucharlo tenías que pensar que sólo le interesaba lo mejor para tí. Astuto, taimado, maquiavélico... bueno, ¿Y qué? Lo importante era que le había brindado una salida fácil. 

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