lunes, 22 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 7

 –¿Qué tiene de normal mentir a millones de personas diciendo que tienes una relación, cuando no la tienes?


Paula agarró su jersey, encima del mostrador en el que estaba empotrado el lavabo, y se lo puso con furia.


–Te diré lo que es normal. Lo que es normal es ayudar a los amigos cuando están en un apuro. Sin embargo, desde la muerte de Victoria, no has hecho más que apartarte de tu familia y tus amigos sin tener en cuenta que son estos los que pueden ayudarte a superar el trauma. Además, hay gente que te necesita, Pedro. Carolina y tu madre te necesitan, y yo también.


–Creo que has dicho suficiente –respondió Pedro apretando los labios.


No, no había dicho todo lo que quería y no iba a renunciar a su plan. Tenía que convencerle de que la ayudara.


–Mi carrera está en juego, Pedro. No puedo ir a la fiesta sin mi supuesto novio. Me despedirían de inmediato si se enteraran de que lo he inventado. Quiero ayudar a recaudar fondos para esta obra benéfica. Van a ir patrocinadores dispuestos a pagar cientos de libras, incluso miles, por verme con mi novio. Tienes que ayudarme. Tienes que acompañarme a la fiesta. ¡Tienes que hacerlo!


Pedro, con los brazos cruzados y aspecto inamovible, sacudió la cabeza mirándola como a una niña en plena rabieta.


–No.


Una profunda desesperación se apoderó de ella. Mucha gente iría a la fiesta. Gente importante. Estrellas del cine, gente famosa, incluso quizá algún miembro de la realeza. La gente esperaba ver a Paula con su novio. Presentarse sola a la fiesta era impensable. ¿Por qué Pedro se negaba a hacerle ese pequeño favor? Paula salió del cuarto de baño pasando por delante de él y volvió al cuarto de estar, donde había dejado el bolso y el móvil. 


–En fin, creía que eras mi amigo; pero, evidentemente, estaba equivocada.


–Te has puesto el jersey del revés –dijo él con expresión fría.


Paula se miró el jersey y contuvo un gruñido. ¿Por qué era tan patosa en presencia de Pedro? No ayudaba a su causa comportarse como una payasa. Dejó el móvil, se sacó las mangas, dió la vuelta al jersey y se lo colocó bien.


–Ya está. ¿Contento, don Perfecto?


¿Don Perfecto? Pedro clavó los ojos en sus labios momentáneamente; después, volvió a mirarla a los ojos como si estuviera luchando contra sí mismo.


–¿Por qué no le has dicho nada a Caro sobre aquella noche?


–¿Cómo sabes que no se lo he contado?


–Lo habría mencionado si lo hubieras hecho. 


Paula lanzó un suspiro.


–No quería que se enterase de que estabas ahogando tus penas en alcohol. Ya está suficientemente preocupada por tí.


–No estaba borracho –dijo Pedro, que parecía sorprendido–. Tenía una migraña.


–¿Una migraña? –Paula frunció el ceño–. Pero yo ví una copa vacía encima de…


–Me había tomado una copa al terminar de trabajar y eso me provocó la migraña. Me dan de vez en cuando. 

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