viernes, 28 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 40

Paula llevó la carta una planta más abajo. Encontró a Santiago sentado en su despacho, rodeado de cajas medio llenas. La miró con expresión lúgubre. Le pasó la hoja de papel.


—Sabes que no es una mala oferta —comentó—. Pero eso no significa que necesariamente debas aceptarla. ¿Por qué deberías aguantar a Pedro? Es imposible trabajar con él. Sabe que eres brillante. Si te vas, será la compañía la que pierda. Puede que incluso te vaya mejor como autónomo.


Santiago leía la carta. Levantó los ojos hacia la única persona que jamás había visto darle a Pedro su misma medicina.


—No, no es del todo verdad —sonrió con pesar—. Una cosa es tener ideas y otra saber explotarlas. La faceta comercial me desquicia; es una disciplina que tienes que imponerte si quieres trabajar por tu cuenta, aunque lo más probable es que yo me refugiara en el despacho de mi casa y me centrara en dar retoques interminables a mis proyectos. Lo haría aquí si él me lo aceptara.


—Bueno, resulta evidente que debes hacer lo que sea mejor —indicó Paula—. Pero no dejes que te pise. Pedro es egoísta y arrogante y nunca piensa en otra persona que no sea él mismo; no puedo entender por qué todo el mundo traga.


—Porque es mejor que todos nosotros, a pesar de lo que odio reconocerlo. Empiezas a explicarle algo y ha captado el final antes de que hayas terminado la frase. Tienes un problema y antes de haber completado la pregunta él ya ha formulado la respuesta. Este último año ha sido un infierno, y no debería haber permitido que me abrumara, pero prefiero trabajar con Alfonso que con alguien que tenga la mitad de cerebro que él y al que le moleste herir mis sentimientos.


Paula suspiró. Sabía que tendría que sentirse complacida... Después de todo, había hecho prácticamente todo para que Pedro cambiara de parecer, aunque resultaba deprimente encontrar a Santiago tan listo para unirse al club de fans.


—Bueno, ¿Le comento que vas a reconsiderarlo? 


—Le enviaré un correo electrónico —repuso Carlin. Se sentó ante su ordenador y los dedos comenzaron a volar sobre el teclado.


Con otro suspiro se marchó de su despacho. Pedro la estaba esperando. Sería como la última vez. En ocasiones pensaba que él lo había olvidado, o al menos que lo había dejado atrás... Pero jamás la perdonaría. Siempre la odiaría por lo que le había hecho. No tenía valor para hablar con él. No le importaba que estuviera esperándola; necesitaba apoyo moral. Se dirigió hacia la cafetería de la empresa. Quizá tres porciones de mousse de chocolate blanco la ayudaran a quitarse los problemas de la cabeza. Llenó la bandeja con cinco postres y un café, luego fue a sentarse a una mesa con los ojos clavados en los platos. Ya no era capaz de recordar cómo se le había ocurrido la idea. Quizá fuera porque había salido dos semanas con Brenda Lewis, lo cual representaba una semana más que con cualquiera de las otras chicas, y Paula había probado el único modo que se le ocurrió para captar su atención. Bueno, si eso era lo que había deseado, sin duda había funcionado. Un día Pedro había llegado a casa con un examen de matemáticas. Como de costumbre, repasó los problemas que podía hacer en cinco minutos o menos, se aburrió y dejó el papel sobre su mesa. Luego había salido para pasar el resto de la velada con Mónica Lewis. Llevaba sacando unos meros aprobados y suficientes en los trabajos que se molestaba en realizar en el tiempo que no miraba los deportes por la tele o salía con sus amigas. 

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