viernes, 28 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 39

 —Paula, eres adorable y podría estar aquí haciendo esto todo el día, pero tenemos que apaciguar a un genio y desarrollar una presentación — sus ojos volvían a estar alegres—. ¿Podríamos dedicarnos a la oferta de Santiago? —se quedó detrás de ella mientras dictaba. Paula la escribió e imprimió; él la firmó y luego la miró—. Eres una incorporación muy cara al equipo. Primero me chantajeas para realizarte una oferta que ni en un millón de años habría considerado, y ahora haces que le regale dinero a alguien que, hasta que tú llegaste, parecía contento con trabajar para sobrevivir.


—Es lo que tú pensabas —su boca aún sentía el beso. Fue fantástico, pero eso no significaba que debía soportar esas tonterías—. En mi opinión —repuso con frialdad—, ya he justificado mi nivel de compensación al intervenir cuando estabas a punto de perder a uno de los miembros más valiosos de tu personal por pura obstinación. Por no mencionar que he puesto esta presentación en un formato en el que tiene alguna posibilidad de cumplir los plazos establecidos… —dejó de hablar al ver la expresión sombría en su cara, sin rastro ya de humor. 


—Sí —corroboró Pedro—. Ahora que lo pienso, nunca llegué a mencionar eso —la evaluó con la mirada—. Debemos hablar de ello cuando vuelvas del despacho de Santiago.


—¿Hablar de qué?


—Del hecho de que no eres una accionista a prueba ni una secretaria eventual. Algunas cosas nunca cambian, ¿Verdad, Paula?


—¿Qué quieres decir? —no fue capaz de leer la expresión en su cara.


—Sabes muy bien lo que quiero decir —repuso—. Una vez no era suficiente, ¿No? Aún sigues en la sombra, temerosa de los focos, aburrida con lo que tienes si te mantienes fuera de las luces —enarcó una ceja—. Finges que ser una secretaria es suficiente para tí, Paula, pero no lo es. No me extraña que no puedas aceptar un trabajo más de un mes. Si lo intentas de forma semipermanente en un par de semanas empiezas a subirte por las paredes y recuperas tus viejos hábitos.


—No es justo. Sólo lo hice porque Santiago no tenía tiempo y no quería que se metiera en problemas...


—Con el resultado de que todo te estalló en la cara, haciendo que casi perdiera, como tú misma has señalado, a un miembro irreemplazable de mi personal —la inmovilizó con la vista—. Sigues siendo una incorregible colaboradora anónima, Paula. ¿No crees que es hora de que lo dejes? — ella se mordió el labio—. Llévale eso a Santiago. Como sabes, no disponemos de mucho tiempo. Pero antes de que nos pongamos a trabajar... —sonrió sin alegría—... creo que será mejor que tengamos una pequeña charla. 

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