viernes, 28 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 38

 —No estoy segura —replicó al instante ella—. Aunque sé que no fue por mi aspecto, ya que recalcaste que no deseabas involucrarte con tu secretaria —sonrió otra vez al recordar esos maravillosos besos—. En un momento me dió la impresión de que habías cambiado de parecer al respecto. Aunque ahora parece que has reconsiderado tu postura. Me pregunto si no vale la pena mantener una similar actitud flexible hacia un miembro de tu empresa al que una vez me describiste como un genio.


—Puede que tengas razón —indicó al rato para sorpresa de ella; tamborileó los dedos sobre la mesa—. Quizá debería reconsiderar que no quiero tener nada que ver con mi secretaria, pero lo primero es lo primero —alzó el teléfono y marcó una extensión—. Aquí Alfonso. Quiero hablar con Santiago Carlin. ¿No está en su despacho? Oh, comprendo. Haga que conteste, ¿Quiere? —activó la función «manos libres» del aparato.


Hubo una breve pausa, luego sonó la voz de la secretaria.


—Me temo que no desea hablar con usted, señor Alfonso.


—Bueno —rió—, no puedo culparlo, aunque me gustaría intercambiar unas palabras con él. Quiero que vuelva a su despacho, le transmita tres palabras y compruebe si no quiere ponerse.


—¿Qué palabras, señor Alfonso? —incluso a través del teléfono la voz sonó escéptica.


—Permiso de paternidad.


—Lo intentaré, señor.


Reinó otra pausa, y luego se oyó la voz de un hombre.


—Aquí Carlin.


—Santiago —Pedro se pasó una mano por el pelo con gesto distraído—. Paula acaba de indicarme que no podemos conseguir otro genio poniendo un anuncio en la prensa. Dice que deberíamos hacer todo lo que fuera necesario para que te quedes. Dijo que seis meses de permiso de paternidad bastarían para empezar. No sé si puedo darte tanto tiempo, pero me preguntaba qué te parecería esto: Seis meses pagados de permiso de paternidad, con todo el trabajo que desees llevar para evitar volverte loco entre tantos pañales, o lo que sea que lleven los niños con dos años.


Tras un muy prolongado silencio, se oyó una voz pausada.


—¿Es una especie de broma?


—Nunca bromeo sobre los bebés, Santiago. Eres un hombre más valiente que yo. Mira, haré un borrador de la oferta, le pediré a Paula que la imprima y te la lleve. No te marches sin pensártelo —cortó la conexión y la miró con ojos sarcásticos—. ¿Y bien?


—De acuerdo, quizá después de todo no venda mis acciones.


—Aún no tienes ninguna. Eres una accionista en período de prueba.


—Eso no pareció molestarte anoche —dijo animada.


—Tenía otras cosas en la cabeza —sonrió él. Se incorporó—. Ahora, por supuesto —añadió pensativo—, me doy cuenta de que eres una secretaria de verdad y sólo una accionista en potencia, y que besarte es una idea muy mala —rodeó la mesa y se quedó ante ella. Esbozó esa sonrisa tan cautivadora—. Pero de todos modos voy a hacerlo.


Se inclinó y le dió un beso implacable. Se acabó demasiado pronto, pero Paula no se quejó. ¡La había vuelto a besar cuando nunca más esperaba sus besos!


—Me quedaré junto a tu ordenador y dictaré la oferta por encima de tu hombro —indicó él como si nada hubiera pasado—. Será mejor que se la hagamos llegar a Santiago antes de que decida irse por incredulidad.


Con un toque de audacia, Paula alzó la cara y lo besó. Pedro rió y le devolvió el beso. 

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