viernes, 21 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 21

«Exacto», pensó Paula. «¿Por qué yo no puedo hacer eso? ¿Por qué dejé que siguiera y siguiera con eso de ser adulto?» «Porque», repuso una insidiosa voz interior, «Tú no tenías ningún motivo para pensar que él estaba interesado. Esa mujer, a diferencia de ti, al menos fue invitada a cenar». Pedro dejó la carpeta. Deslizó una mano por la cintura de la mujer y comenzó a besarla con pausada destreza. No parecía dominado por la pasión, pero resultaba evidente que disfrutaba. De lo contrario, habría vuelto a concentrarse en los papeles. Paula empezaba a sentirse mal. Desde luego, siempre había sabido la multitud de amigas que tenía Pedro. Pero una cosa era saberlo y otra verlo. Ver su boca en la de otra mujer, cómo su mano pasaba de la cintura a la cadera y bajaba hasta su muslo era como si alguien le diera una patada en el estómago. «Dejaré de mirar», pensó al fin. «Además, no debería estar mirando, así que pararé». Cerró con fuerza los ojos. ¿Por qué no podía superarlo? Cada vez que volvía a verlo sucedía lo mismo... Sentía como si un rayo la hubiera paralizado, mientras que él no sentía nada. ¿Iba a ser siempre así? ¿Siempre iba a pasar por la vida sin nada que despertara su interés... Sin un trabajo que le importara, nadie a quien amar? Apretó los dientes. ¿Sería diferente si se acostara con él? En más de una ocasión había oído a Pedro hacer comentarios fríos sobre alguna chica a la que había perseguido, para luego perder el interés. Una vez incluso una le gritó por ser tan egoísta, a lo que él se encogió de hombros. «No es deliberado», había contestado. «No sabes que perderás el interés cuando estás loco por ella, pero en cuanto sucede, ha sucedido, así que, ¿Qué sentido tiene fingir?» Bueno, quizá pudiera olvidarse de Pedro y continuar con su vida. Después de todo, él no era tan especial. Le había dicho que era hermosa.  ¿Sería difícil seducirlo? Podría seducirlo, dejarlo y encontrar a alguien que no fuera un cerdo arrogante de quien enamorarse.


Aún seguía con los ojos cerrados. A pesar de todos sus esfuerzos por distraerse, sentía como si su atención estuviera dirigida hacia el archivador. No oía mucho. ¿Quién sabía hasta dónde iban a llegar? «Puedo seducirlo», se dijo, aunque no lo creyó. Quizá si diera el primer paso Pedro respondería. A salvo en un armario, parecía perfectamente posible tomar la iniciativa. Pero de cara al verdadero Pedro, sería distinto. El hecho de que se sintiera tan atraída por él, haría que resultara imposible. Lo miraría a los ojos y vería una expresión burlona... Entonces perdería el valor. Abrió los ojos. El despacho estaba vacío. De no haber visto un poco abierto el cajón del archivador, habría pensado que se lo había imaginado todo. Iba a salir a respirar aire fresco cuando se dió cuenta de que podían hallarse en cualquier parte. Esperó quince minutos más, pero nadie entró en el despacho. Salió del armario, regresó a la mesa y volvió a desplegar el material. En ese momento le llegó la solución. Decidió que deberían enfocarlo hacia algo a prueba de incompetentes, algo que se explicara por sí solo en las funciones cotidianas más esenciales. Algo tan fácil que no necesitara ningún cursillo. Algo que un trabajador eventual pudiera usar incluso el primer día. Algo tan sencillo como una máquina de escribir y unos formularios ya impresos. 

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