miércoles, 26 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 34

Paula se puso el sujetador y comenzó a abotonarse el vestido. Pedro le sonrió con melancolía.


—Dios, odio verte hacer eso.


Ella le devolvió una sonrisa tímida. Quizá fuera así mientras permaneciera en su casa, pero al salir por la puerta nunca más volvería a sonreírle de esa manera.


—Bueno, ¿Qué te parece uno de despedida? —añadió él.


Se pegó a Pedro y alzó la cara. Sabía que era el último beso. Le devoró la boca tratando de grabar su sabor en la mente. 


—Será mejor que tú también empieces a hacer las maletas. ¿Te veo en la oficina a las nueve? —Paula asintió sin poder hablar—. Estupendo.


Él se inclinó y le rozó los labios sin duda por última vez antes de marcharse. 



Paula entró en la oficina unos minutos antes de las nueve. Se había duchado, cambiado y hecho la maleta, y en general se sentía bien, si se tenía en cuenta que no había dormido y que el único hombre al que había amado se mostraría frío con ella. La puerta de Pedro estaba abierta.


—No, claro que no es un problema —decía—. Requiere pulir unos detalles, es evidente, pero sin duda podremos tener la propuesta preliminar el jueves. Gracias por comunicármelo.


Paula dejó sus cosas junto al ordenador y lo encendió. Luego se acercó a la puerta de él por si había sucedido un milagro. No. Pedro hojeaba la presentación de Barrett con expresión ominosa. Alzó la vista y la vió en el umbral, y la expresión ceñuda se acentuó.


—Buenos días, Paula —saludó con frialdad—. ¿Te importaría entrar un momento?


Se acercó a él. Le sorprendió que en ese momento no le molestar tanto su frialdad como el hecho de que tenía su creación, la presentación de Barrett, en las manos, y que en vez de exclamar lleno de asombro por lo maravillosa que era, mostraba el ceño fruncido.


—¿Qué pasa? —preguntó ella con tono gélido.


—¿De dónde sacaste esto? —palmeó la presentación con mano impaciente.


—¿De dónde lo saqué? —repitió insegura.


—¿De dónde sacaste el material para la reestructuración? —insistió con irritación.


—Bueno, del señor Carlin... —repuso con cierto titubeo.


—Debiste recoger el disquette equivocado —informó Pedro.


—¿Sucede algo?


—Es lo mínimo que se puede decir —contestó con voz sombría—. Cancela nuestras reservas a Praga, ¿Quieres? Ha surgido algo que no puedo dejar. Oh, y dile a Santiago Carlin que venga en seguida. 

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