lunes, 17 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 12

Paula se quedó en la oficina hasta la medianoche. La habían contratado por los idiomas que sabía, así que preparó unas transcripciones en inglés, francés y alemán, sacó copias y las dejó sobre su mesa. A las seis de la mañana el despertador le hizo abrir los ojos. Lo apagó y volvió a arrebujarse en las sábanas. ¿Por qué demonios lo había puesto a una hora tan...? Argh. Somnolienta se sentó en la cama y por la ventana vio que hacía un día glorioso, perfecto para irse a Cerdeña. A cambio había aceptado ser una esclava durante un año por un ínfimo cinco por ciento de Alfonso. Debió haber exigido el diez por ciento si tenía que levantarse antes de las diez de la mañana. Ya era demasiado tarde. A las siete y diecisiete salía del ascensor. La puerta del despacho de Pedro estaba abierta.


—Llegas tarde —oyó el seco comentario desde el interior. Paula se acercó con cautela. Daba al este; el brillante sol llegaba hasta el pasillo. Entrecerró los ojos y entró en el despacho—. Te dije que te quería aquí a las siete —Pedro iba de un lado a otro con un dictáfono en la mano.


Parecía lleno de vitalidad y energía.


—He traído el desayuno —comentó ella.


—No lo tomo.


—Por supuesto. Estás demasiado ocupado dictando, lo entiendo. Continúa, que en seguida me reúno contigo.


—Es una absoluta pérdida de tiempo —frunció el ceño—. Si tienes problemas para despertarte, será mejor que hagas algo de ejercicio. Sal a correr en cuanto te levantes.


—¿Es lo que tú has hecho? —experimentó un escalofrió.


—Fui al gimnasio una hora.


Paula hizo una mueca. Se dejó caer en el enorme sillón que había frente a su escritorio. Alargó una mano exangüe para tomar su primer café con leche y se lo llevó con cuidado a los labios.


—No me prestes atención —indicó Paula con desenfado, empezando a revivir bajo la influencia del café—. Sé que deseas proseguir con tu trabajo —tomó un croissant y le dió un mordisco. Estupendo bollo. Estupendo café. Quizá lograra vivir.


—Espero que no pienses calcular tus horas extra en base a un horario a partir de las siete de la mañana —dijo él con mordacidad—. ¿Por esto crees que vales el cinco por ciento de una empresa?


—Más justo sería el diez por ciento, pero has conseguido un buen trato —bostezó. 


Pedro la miró con ojos centelleantes. Realmente estaba espléndido. Sería maravilloso despertar a su lado, salvo que nunca tendría la oportunidad, ya que se habría ido al gimnasio durante la noche.


—¡Un buen trato!


—¿Te han dicho alguna vez que estás muy atractivo cuando te enfadas? —preguntó soñadora.


—¿Vamos a tener que pasar por esto todas las mañanas? —replicó con los dientes apretados.


—¡Todas las mañanas! —exclamó ella horrorizada—. No empezarás tan pronto todos los días, ¿Verdad?


—Sí —espetó—. Y tú también.


—No —dejó el café y se incorporó—. Se cancela el trato. No pienso pasar por esto durante un año. He realizado las transcripciones en inglés, francés y alemán. Hay unas diez copias de cada una en mi mesa; deberían resultarte bastante claras. No creo que tu dictado de diecisiete minutos hubiera sido un inconveniente para mí, pero ése es tu problema. Me voy a Cerdeña.


Pedro fue a la mesa de ella y regresó ojeando unas copias. 

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