lunes, 17 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 11

 —No quiero subir en el mundo empresarial. Me aburriría con demasiada facilidad.


—No creo que esto te aburra. Y serías ideal para el puesto. Deja de jugar a ser inalcanzable.


—No estoy jugando, Pedro —apretó los dientes—. Soy difícil de alcanzar. Pero si significa tanto para tí, perfecto. ¿Cuánto esperamos sacar de esta operación? No me refiero a los ingresos, sino a los beneficios netos.


—Si sale adelante, un par de cientos de millones...


—De acuerdo. Quiero un sueldo de 25.000 libras. 


—Hecho.


—Más horas extra. —Hecho.


—Más el cinco por ciento de los beneficios.


—¿Qué?


—Ya me has oído.


—¿Has perdido la cabeza?


—No. La has perdido tú. Si la secretaria adecuada es tan crucial para el negocio, podrías dedicar 100.000 libras para contratar personal experto en estos idiomas. Podrías contratar a alguien con unas referencias extraordinarias, incluso capaz de arreglarse con un fax estropeado en Vladivostok. Y aún así ganarías dinero. Si tienes tanto dinero para invertir, entonces no me necesitas. Mañana vendré y transcribiré estas notas, pero el mes próximo me voy a Cerdeña y nada de lo que puedas hacer o decir me detendrá. 


Pedro clavó la vista en los ojos azules de su hermanastra. Estaba a punto de decirle que se fuera a Cerdeña y que no le escribiera, cuando mentalmente oyó la voz cansada de Personal. «Bueno», pensó con lobreguez.


—Sabes que jamás obtendrás lo que me acabas de pedir. Lo que me estás diciendo es que quieres algo mucho más elevado que la tarifa normal. Hazme otra proposición.


Paula se lo quedó mirando. El problema es que no quería algo descabellado... Simplemente no quería el trabajo. Pero si él se hallaba dispuesto a pagarle un dinero serio, podría dejar de realizar trabajos eventuales durante mucho tiempo...


—Harás una nueva emisión de acciones para esta empresa, ¿No?


—Sí.


—El cinco por ciento —estipuló Paula.


—Sigue intentándolo —sus ojos eran tan brillantes y duros como esmeraldas.


Lo observó pensativa. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar? O, por ponerlo de otra manera, ¿qué lo exasperaría más? Y de pronto supo exactamente qué tenía que decir. Unos años atrás Pedro había fundado una pequeña empresa para que actuara como lanzadera de diversas ideas que no encajaban bien en la compañía madre. Comparada con la gran Alfonso Corporation no era nada... Pero tenía el presentimiento que se dispararía en unos años. La cuestión era que sobre el papel no valía mucho. El precio de sus acciones era bajo... No había ningún motivo para que Pedor no le diera una parte.


—El cinco por ciento de Alfonso. Y ésa es mi última proposición.


Él se metió las manos en los bolsillos. Reinó un silencio prolongado, en el que Pedro primero miró la alfombra y luego a ella con disgusto no disimulado.


—De acuerdo, maldita seas —aceptó—. Tendrás el contrato a final de semana. Pero las acciones de Alfonso están supeditadas a que termines el año —le entregó la cinta de cassette de la reunión del día—. Por esa cantidad de dinero quiero tener las transcripciones para la reunión de mañana. Te quiero en la oficina a las siete en punto —se marchó sin aguardar una respuesta y cerró con un portazo. 

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