lunes, 3 de abril de 2023

Una Esperanza: Capítulo 63

Ella casi se atrevió un par de veces, pero tenía miedo de que le dijera que ya no veía un futuro conjunto para los dos. Se secó una lágrima que le caía por la mejilla. Se había prometido no volver a doblegar su voluntad a la de un hombre, pero ahí estaba, limpiando, cocinando y mirando el reloj. Se había esforzado para que su vida fuera en distinta dirección y había acabado peor, porque nunca había estado tan enamorada de David como lo estaba ahora de Pedro. Enfadada, recordó que era su noche libre. Decidió arreglarse para salir. Cuando él llegara, ella se iría, no sabía adónde y no le importaba. Estaba harta de ser invisible, de que todos la pisotearan y se aprovecharan de que siempre estaba dispuesta a ayudar. Le daba la impresión de que Pedro, pasado el primer momento de enamoramiento, se había dado cuenta de que no había nada debajo de la superficie o de que no le gustaba lo que había. David había llegado a la misma conclusión y no iba a dejar que Pedro la tratara como su primer marido. Se puso una falda, botas y una chaqueta corta. Se pintó los labios y se perfumó. Estaba en el vestíbulo metiendo el monedero en el bolso cuando oyó la llave en la puerta. Toda la ira que había tenido en su interior durante años le atenazó el estómago. Pedro dejó el abrigo en una silla y pasó a su lado. Se dió cuenta de que no intentaba ignorarla, sino de que ni siquiera la había visto. Eso hizo que apenas pudiera controlar su enfado. 


Pedro entró en su despacho y se desplomó en la silla. Le temblaban las manos. Habían pasado más de seis años desde la muerte de Ivana y por fin había terminado todo. El detective que llevaba el caso le había dejado un mensaje que oyó cuando estaba a punto de salir del trabajo. Había tardado más de cuarenta minutos en localizarlo y lo había llamado desde su despacho en la clínica, no era una conversación que quisiera tener cerca de Valentina. Habían atrapado al asesino de Ivana. Había sido Pablo, su jefe y amante. Y no su marido, como todo el mundo había pensado. Pablo había tenido una coartada, pero se acababa de saber que la mujer que le había proporcionado la coartada había sido su otra novia. Ivana se había enterado de su existencia y discutieron. Él la empujó y el resto era historia. Estaba furioso. Se alegraba de que el tipo acabara en prisión, donde no pudiera encontrarlo y darle una paliza. Por su culpa, Valentina no tenía madre y había estado separada de su padre durante años. Tomó un porta lapiceros que había en la mesa y lo tiró contra la pared. La puerta del despacho se abrió en ese instante. Era Paula. Estaba preciosa, pero su expresión dejaba mucho que desear.

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