miércoles, 19 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 17

 —Bueno, todo parece ir en la dirección adecuada —repuso al fin Pedro—. No necesito decirte que el tiempo es esencial —sonrió—. A propósito, Barrett acaba de llamar para informar de que desean adelantar la operación en dos semanas. Debería dejarnos tiempo suficiente para atar los últimos cabos, pero tendrás que moverte deprisa. ¿Cómo va la oferta?


Santiago parecía tan agotado que no podría haber tenido peor aspecto, pero Paula habría jurado que palideció.


—Bueno —tartamudeó—, parece que avanza.


—Ya estamos muy cerca —indicó Pedro—. Me gustaría ver qué tienes hasta ahora.


—Está... Está... En media docena de piezas separadas. No podrás hacerte una idea...


—Bien, lo que tengas —cortó Pedro—. Le pediré a tu secretaria que traiga el material —alzó el auricular y marcó una extensión—. Aquí Alfonso. ¿Podría traer los archivos de Barrett? Santiago me los va a enseñar. El archivo de Barrett. Eso es, y no tarde todo el día, ¿Quiere? Gracias.


Colgó y se puso a hablar con Santiago de algunos puntos relacionados con los clientes polacos. Unos quince minutos más tarde entró en el despacho una secretaria con una carpeta fina.


—Me temo que es todo lo que pude encontrar—se disculpó.


Pedro la aceptó y le echó un vistazo. Sólo eran los esbozos de una propuesta.


—Debe ser el informe preliminar —indicó con impaciencia—. Quiero los papeles más recientes. Santiago, ¿Por qué no me los traes?


Paula vió la expresión de desesperación en el rostro de Santiago.


—Aún no los he enviado, Pedro —intervino ella siguiendo un impulso—. Lo siento, no terminé de darme cuenta de lo que hablabas —los dos hombres la observaron con ojos en blanco—. Realicé algunos trabajos como eventual en Barrett —explicó relajada—. Tiene algunas ideas bastante rígidas sobre cómo les gustan las cosas hechas. El señor Carlin me dió sus borradores, y así como parecían atractivos en sí mismos, había algunas cosas que no le iban a gustar al jefe de servicios de Barrett... Y al final probablemente sea él quien decida con su voto. Dije que los repasaría y haría algunas sugerencias. 


—Bueno, muéstrame qué tienes —pidió Pedro.


—No seas absurdo —repuso ella con firmeza, mientras Santiago y su secretaria la miraban asombrados—. Tendrás que verlo cuando haya introducido mis sugerencias; no tiene sentido perder el tiempo repasándolos dos veces.


—Mañana, entonces—dijo Pedro.


—Estarán listos el viernes —corrigió Paula.


—Me gustaría ver lo que tienes mañana —insistió Pedro.


—Me encantará comprobar qué puedo hacer —aceptó de buen grado ella—. Doy por sentado que el resto del día no me necesitarás.


—Bajo ningún concepto puedo estar sin tí el resto del día. He dejado de lado unas cuantas cosas debido a la reunión de hoy.


—Perfecto —indicó Paula—. Entonces te presentaré las propuestas de Barrett el viernes —le sonrió con expresión angelical y añadió—: He de hacerle algunas preguntas al señor Carlin, así que lo acompañaré a su despacho, si a él le parece bien.


Miró al desconcertado Santiago con una ceja enarcada, y éste asintió con movimiento casi imperceptible. Abajo, con las puertas cerradas, se dejó caer ante su escritorio y se llevó las manos a la cabeza.


—Gracias por ir a mi rescate —dijo—, pero tarde o temprano él tendrá que saberlo. Es imposible que pueda hacerlo a tiempo. Mejor que se lo contemos ahora...


Paula había abierto la fina carpeta. Había unas hojas de papel, poco más que unos apuntes al azar. 

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