miércoles, 19 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 16

Otro hombre de negocios se puso a hablar en inglés. La persona sentada a la izquierda de Pedro dirigió una sonrisa encantadora y perdida a la señorita Chaves y le pidió qué le tradujera los comentarios. Todos la siguieron con la vista mientras iba a sentarse entre Alfonso y el afortunado que desconocía el inglés. Pedro contuvo una sonrisa cuando ella se inclinó hacia el visitante y murmuró algo en el idioma elegido por éste. Pensó que uno de esos días ella debería empezar a dejar de desperdiciar su talento. Tendría que mantener otra charla con Paula sobre ese tema.


—Bueno, creo que hemos alcanzado un principio de acuerdo — anunció—. Pasemos a la siguiente cuestión. 


Paula tradujo en voz baja para el hombre que tenía a su lado. Pensó que la reunión no parecía ir «Muy» mal. Resultaba duro mantenerse al tanto de todo, ya que además de traducir intentaba tomar notas y, al mismo tiempo, trataba de no percatarse de la presencia de Pedro. Bueno, de las tres cosas en dos tenía éxito. La confrontación que tuvo aquella mañana parecía haberla hecho mucho más consciente de él. A pesar de sí misma, sus ojos se veían atraídos hacia la dura y limpia línea de su mandíbula, la nariz fiera y los ojos tan fríos como el agua de mar. No pudo imaginar cómo sería pasar un año de esa manera. Por otro lado, se recordó que tenía permiso para empezar a trabajar a las nueve. No lo vería a solas a una hora en que ambos deberían estar en la cama. Tendría que evitar verlo a horas raras, y tal vez todo saliera bien. 


Pasó una semana en la que Paula creyó que podría seguir esa decisión. Pedro no dejó de llegar pronto, y por lo general se marchaba a las nueve para ir a alguna cena. Entraba a las nueve y se quedaba hasta las diez, las once o las doce, y en todo momento mantuvo un registro meticuloso de cada segundo extra. Durante el día había tanto trabajo que le fue posible mantener la cabeza lejos del atractivo y horrible Pedro entre cinco y diez minutos seguidos. Él no volvió a hacer ningún comentario sobre su aspecto, ni a decirle que fundara una empresa. Todo iba a ir a la perfección. Pero nada podía estar bien con Pedro mucho tiempo. Aparte de intentar la conquista de la Europa del Este, la compañía también se expandía con brío en el Reino Unido. Había realizado una oferta para desarrollar una versión exclusiva del software de Alfonso para una de las corporaciones más grandes del país, junto con una exhaustiva serie de manuales; la oferta había sido delegada a uno de los brillantes y trabajadores subordinados de Pedro. Santiago Carlin también se hallaba a cargo de la captación de potenciales clientes polacos, asunto que había resultado ser mayor que lo que habían esperado. La tarde del lunes Pedro lo llamó para que lo pusiera al día de cómo iban las cosas. Paula estuvo presente tomando notas. Santiago tenía ojeras por la falta de sueño, pero Pedro no pareció notarlo. No paró de acribillarlo con preguntas que, de algún modo, el hombre más joven logró responder. 

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