lunes, 24 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 30

 —Bueno, no puedo quedarme mucho —introdujo la llave en la puerta y giró—, pero como insistes pasaré unos minutos.


Paula luchó con una risita nerviosa. Mantuvo la puerta abierta para ella, la siguió al interior y cerró a su espalda. Durante un momento permaneció a su lado en la oscuridad. Debería encender una luz, pero fue incapaz de moverse. Era como si entre ellos hubiera un campo de fuerza, algo que los atraería de manera irresistible si dejaba de oponerse a ello. Luego nunca supo si había dado un paso hacia él. Pareció que había dejado de luchar, y de pronto se sintió rodeada por sus brazos mientras la besaba con apasionamiento. Mucho más tarde sus bocas se separaron, y oyó la voz de él junto a su oído.


—Debería irme —dijo con su cálido aliento en su mejilla.


—Sí —indicó Paula.


—Pero no lo haré —dijo con ese espectro de risa en los labios—. Vamos, Paula, muéstrame cómo vive el otro cinco por ciento.


—Yo vivo arriba —dijo—. Hay unas escaleras justo delante de nosotros. La casa está dividida en departamentos. Tengo uno independiente en la primera planta.


—Bueno, me alegra que hayamos solucionado eso —su risa la acarició—. Echémosle un vistazo a tu departamento independiente en la primera planta, ¿Quieres?


—Claro —comenzó a subir por las escaleras, olvidando encender la luz. Oyó a Pedro a su espalda—. Aún tienes las llaves —indicó sin aliento mientras lo esperaba arriba. La había besado dos veces. Tres si contabas dentro y fuera del coche como ocasiones diferentes.


—Así es —confirmó al reunirse con ella. ¿Cuál es?


Extendió las llaves; ella le rozó los dedos al elegir una y volvió a experimentar la sacudida eléctrica en el brazo. ¿Cómo con sólo tocarlo podía sentir eso? ¿Y por qué nadie más había tenido ese efecto en ella? Pedro introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta. Bárbara encendió la luz y entraron en el salón del pequeño apartamento de un dormitorio en el que llevaba viviendo los últimos cinco años. La estancia estaba atestada de libros y en la repisa había un par de fotos familiares, incluyendo una en grupo en Navidad porque Pedro aparecía en ella. Él se puso a andar de un lado a otro, con las manos en los bolsillos.


—Es tal como lo imaginaba —comentó.


Paula sonrió con timidez. Era raro verlo a la luz después del apasionado beso que habían compartido. Era raro... No, era maravilloso verlo en su departamento. Ni en un millón de años había imaginado que la visitaría.


No hay comentarios:

Publicar un comentario