viernes, 21 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 23

 —No he oído ninguna queja —se encogió de hombros.


—No —acordó ella de buen humor—. Aunque jamás escuchas a nadie, salvo a tí mismo, así que no es de extrañar.


—Debo estar volviéndome loco —la miró con sarcasmo—. Londres, Capital Mundial de las Secretarias, y adrede gasto cientos de miles de libras en una que no es capaz de redactar una carta sin intentar cambiarme el carácter. Es conmovedor que te tomes tantas  molestias, Paula, pero abandona, ¿Quieres?


—No —repuso con rotundidad. Exasperada, se pasó las manos por el pelo hasta que se encrespó en una atractiva masa roja—. No puedes hacer eso, Pedro —continuó con impaciencia—. Tienes trabajando aquí a personas con mucha experiencia que no pueden realizar bien su trabajo porque siempre que se topan con algún problema lo primero que piensan es que no deben molestarte. ¿Qué sentido tiene la expansión a la Europa del Este si ni siquiera eres capaz de hacer que este sitio funcione adecuadamente?


—Algo que tu sobrada experiencia te indica que puedes aconsejarme al respecto.


—No necesito demasiada experiencia. Llevo aquí un par de semanas y sé más sobre la empresa que tú.


—Bueno, siempre fuiste una estudiante rápida —repuso con frialdad—. Al menos en lo que atañe a mis cosas. ¿Te importaría hacer esas reservas antes de que cierren las agencias?


Paula se mordió el labio y apretó el botón de la memoria para marcar el número de la agencia con la que solían trabajar. Una voz grabada le pidió que esperara.


—Ya sabes cómo soy —le recordó—. Si querías a alguien que dijera «Sí, Pedro», «Desde luego, Pedro», «Eres tan maravilloso, Pedro», podrías haber contratado a cualquiera en el planeta. Si esperabas que me uniera al coro, pierdes tu tiempo y dinero —estaba a punto de responder cuando el agente de viajes se puso al teléfono. Paula le dió los datos necesarios y colgó—. Los tendrás mañana—recogió los papeles que le había entregado y giró hacia el ordenador, olvidándose de él.


Percibió que Pedro seguía de pie junto a su mesa. Lo oyó alzar el auricular del teléfono, marcar un número y esperar. Pasaron unos segundos.


—¿Juliana? Soy Pedro. Odio hacer esto, pero ha surgido un problema y no creo que pueda escaparme. ¿Podemos dejarlo hasta que vuelva de Praga? Un día de la semana próxima... Eres un encanto. Adiós —colgó—. Bueno, ya me he ocupado de una cosa —musitó con frialdad—. Deja eso de momento, Paula. Vayamos a cenar y solucionemos este asunto.


—¿Qué? —exclamó furiosa, girando en la silla—. ¿De forma descarada, desvergonzada y gratuita cancelas una cita con alguien y luego tienes el atrevimiento de esperar que a cambio yo vaya a cenar contigo? ¿Cómo te atreves?


—¿Es amiga tuya?—enarcó una ceja sorprendido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario