viernes, 7 de abril de 2023

Una Esperanza: Capítulo 71

 –¡Cariño! Hemos estado buscándote por todas partes.


–¡Valentina! –exclamó Pedro desde detrás de ella.


Pedro intentó apartarla, pero Paula sabía que no iba a caber. Sólo cabía unaniña o una mujer delgada hasta la cintura.


–¡Pedro! No hay sitio, tendrás que dejar que lo haga yo.


Miró a la niña, temblaba como una hoja.


–Venga, Valen.


No sólo tenía frío, también estaba asustada.


–No pasa nada –dijo ella tendiéndole la mano.


–¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué tardan tanto? –preguntó Pedro.


Paula se adentró tanto como le dejaba el arbusto.


–Venga, nadie está enfadado contigo. Estamos contentos de haberte encontrado.


–¿De verdad?


Paula asintió y la niña alargó sus heladas manos. Poco a poco, salieron de allí. Valentina la usaba como escudo.


–¡No me grites, papá! –le dijo entre lágrimas–. ¡No quería hacerlo! Pero la barca se soltó y me quedé aquí atrapada, sin saber cómo volver…


Paula se echó a un lado y Pedro tomó a su hija, abrazándola con fuerza. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Los quería tanto que no hubiera soportado que algo les hubiera pasado.


Diez minutos más tarde estaban en el ferry. Bruno avisó por radio y una ambulancia iba a esperarlos en el pueblo para asegurarse de que estaba bien. Pedro estaba bastante seguro del estado de la niña, pero se imaginó que nadie querría arriesgarse.


–¿Por qué huiste, Valentina? ¿Adónde ibas? –le preguntó su padre.


La niña agachó la mirada.


–Pensé que Paula y tú iban a casarse.


–¿Por qué pensabas eso?


–No soy una niña pequeña. Los dos se miraban como Paula dice que miro a Nicolás.


Paula no sabía si echarse a llorar o a reír.


–Pensé que íbamos a ser una familia normal –murmuró la niña–. Quería que Paula fuera mi madre. Tenías que haber conseguido que se quedara, papá.


Pedro abrazó a su hija y le besó en la cabeza.


–Valen, ¿A que no te gustaba cuando te decía todo el tiempo lo que tenías que hacer? Pues esto es igual. Paula quiere irse y yo no puedo cambiarlo, aunque quisiera.


–Podías haberlo intentado con más ganas –le dijo la niña.


–No, Valentina, las cosas no son así. Si Paula necesita irse a otro sitio, tenemos que dejar que lo haga. No es nuestra decisión, es la suya.


Paula frunció el ceño y se giró para mirar a las estrellas.


–Bonito, ¿Verdad? –le dijo Bruno–. Y no hacen nada, no intentan ser bonitas. Simplemente son lo que son.

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