miércoles, 12 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 7

Paula quería aceptar un empleo eventual más antes de marcharse a Cerdeña. Había ahorrado dinero, pero parte lo gastó en un curso multimedia en bengalí. El lunes llamó a Jobs for Girls, su agencia, y de inmediato le ofrecieron un puesto en la Alfonso Corporation.


—Es un empleo maravilloso —alabó Lara, la supervisora—. Nivel de dirección, abierto, sueldo fantástico. Y es halagador... Preguntaron directamente por tí.


—Preferiría no aceptarlo —el taimado de Pedro carecía de escrúpulos.


—Hmm —musitó Lara tras un breve silencio—. Bueno, no tengo nada más en este momento, pero es evidente que te mantendré en la lista. Hazme saber si cambias de parecer.


Colgó y llamó a Girl Monday-to-friday.


—Paula, tengo el trabajo ideal para tí —dijo Macarena con alegría—. Es una empresa estupenda... La Alfonso Corporation, en el centro de Londres, con taxi pagado después de las diez, cena gratis, nivel de dirección, sueldo máximo, abierto...


—Lo siento —repuso—, pero sólo busco un par de semanas.


—Bueno, podrías estar un par de semanas y ver cómo funciona...


—Preferiría probar otra cosa.


—Hmm —comentó Macarena—. La cuestión es que ahora no hay mucho más que ofrecer, nada que esté a la altura de tus conocimientos.


—No importa el nivel —indicó Paula.


—Sí, bueno, para ser sincera, no tengo nada más, pero te llamaré.


Colgó y miró con ojos furiosos el teléfono. Taimado, sin escrúpulos, maquiavélico... Llamó a tres o cuatro agencias más, con resultados similares. ¡Maldito sea Pedro! Desde luego, si se lo contaba a su madre, Alejandra llamaría a Pedro y le diría que acabara con la situación, pero él sabía que Paula no lo delataría... Heriría demasiado a Alejandra. Suponía que podía sentirse halagada... Debió haber llamado a todas las agencias para las que había trabajado alguna vez. Probablemente había obtenido la información de su madre... Sin que ésta comprendiera el uso manipulador que le daría. Por supuesto, le quedaba la opción de llamar a otras agencias, aunque no había garantías de que él no lo hubiera hecho ya. El problema radicaba en que ninguna agencia del mundo iba a poner los intereses de una eventual corriente, sin importar sus excelentes cualificaciones, por encima de la Alfonso Corporation. Pedro no tendría que haberlas amenazado con no recurrir más a ellas. Les podría haber garantizado que les daría prioridad en todas sus necesidades futuras, y ninguna lo habría rechazado. Apretó los dientes, alzó el auricular y llamó.


—Buenos días, despacho del señor Alfonso —saludó una voz suave.


—Quisiera hablar con el señor Alfonso —pidió con sequedad.


—Me temo que el señor Alfonso está en una reunión.


—Siempre lo está. ¿Podría pasarme de todos modos? Es muy urgente.


—Pidió que no lo interrumpieran. ¿Quiere que le dé un mensaje?


—Sí —repuso al fin, tras pensar en una serie de comentarios impronunciables—. Dígale «Nunca en un millón de años». Él sabrá quién soy —colgó con fuerza.


Su primera idea fue llamar a alguna de las empresas en las que había trabajado en los últimos años. Jamás lo había hecho para alguien que no quisiera que trabajara con ellos con contrato indefinido. Seguro que podría encontrar algo, pero le llevaría tiempo, y mientras tanto se sentía furiosa. En vez de pensar en alternativas, no dejó de pensar en epítetos para Pedro. Finalmente, con la inspiración del genio, se dió cuenta de que aún podía decírselo a él. Iría a su oficina, le soltaría todos los improperios que deseara y luego buscaría un trabajo. 

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