lunes, 24 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 27

Dentro del coche reinaba la oscuridad. Si hubiera sido capaz de verlo, seguro que no lo habría dicho. Hubo un momento de silencio. Luego él habló.


—Paula, cariño, si otra persona me hubiera dicho eso, sabría cómo tomarlo, pero contigo no estoy seguro —su voz irradiaba júbilo—. Si lo interpreto de forma equivocada, ¿podrías recordar que esta noche ya me has abofeteado? —se inclinó sobre ella y la besó.


Paula se derritió contra su cuerpo con un suspiro. Seguro que al día siguiente lo lamentaría. Lo lamentaría en cuanto hubiera acabado, porque sería el final, y de inmediato Pedro empezaría a tratarla como al resto de sus conquistas... En otras palabras, como un cero a la izquierda. Pero aún no había acabado, y era maravilloso. Sin importar lo que pasara, al menos la había besado como en sus sueños, y era mucho mejor que lo que había imaginado. Quizá al saber cómo era, podría soñarlo mejor. Era tal como había esperado, como un café irlandés con tres dosis de café, cuatro de whisky y montones de azúcar... Algo suave y dulce, con el toque de una explosión. Abrió más la boca para probarlo mejor, con la esperanza de que no dejara de besarla y empezara a despreciarla demasiado pronto. Al principio la había besado levemente, pero en cuanto ella respondió, comenzó a hacerlo de forma más apasionada. Le pareció que mostraba más entusiasmo que el que exhibió con la mujer en su despacho dos noches atrás... Aunque, claro está, aquella debió competir con unos documentos. Depositó una mano detrás de su cabeza y le acarició el pelo. Toda su vida sabría lo que se sentía al acariciarle el pelo.


—¿Y hasta dónde puedes llegar con una participación del cinco por ciento, Paula? —rió él al alzar la cabeza.


Ella giró la cabeza para encontrar sus labios de nuevo. En cualquier momento Pedro iba a decidir que se había terminado y la dejaría, siempre y cuando se pudiera utilizar ese término para algo que nunca había existido. La boca de él era suave y firme. La punta de su lengua le acarició el interior de los labios. Con la suya salió a su encuentro. Pedro volvió a reír.


—Paula —dijo sobre su boca. Introdujo más la lengua y ella experimentó como una sacudida eléctrica. 


Nunca había llegado tan lejos con los hombres que habían intentado besarla. ¿Qué se suponía que debía hacer? Si se quedaba quieta, él pensaría que carecía de experiencia y se mostraría aún más arrogante de lo que era. Qué pena que la noche anterior hubiera cerrado los ojos tan pronto... Quizá hubiera podido recoger algunas ideas. De pronto la puerta de su lado se abrió. Pedro apartó la cabeza y abrió la suya. Bajó del coche y cerró con fuerza. Paula lo miró atontada. ¿Qué diablos había salido mal? Él se plantó ante su puerta, respirando entrecortadamente.


—Vamos, cinco por ciento —dijo con suavidad—. No puedo besarte bien con una palanca de cambios en medio —le tomó la mano y la puso de pie con brusquedad. Luego cerró la puerta.


Paula se apoyó en el coche. Fuera del vehículo, pudo verlo con mayor claridad. Lo único que pudo pensar fue que todavía no se había acabado. Lo observó con ojos enormes como dos estanques azules y oscuros. 

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