miércoles, 26 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 32

 —Pensé que te mostrabas sospechosamente agradable —indicó—. Pero es sólo un ejercicio, ¿No?


—Hmm —volvió a rozarle la boca con los labios—. Me gustaría comprobar hasta dónde llegaría una accionista con el cinco por ciento con un director altivo que jamás piensa en nadie más salvo en sí mismo... — Paula le sonrió—. No pareces muy preocupada al respecto —continuó él—. Si tenemos en cuenta todas las veces que me has dicho... —jugueteó con sus labios—... Con términos inequívocos todas las cosas que siempre me estás diciendo... —la besó otra vez—. Dios, eres hermosa, Paula. Más hermosa que lo que una accionista del cinco por ciento tiene derecho a serlo. Bien, ahora voy a desabotonarte el vestido. Al ser tan arrogante y egoísta... Quizá no sepa cuándo deba parar. 


Paula lo miró con ojos enormes. La mano había llegado hasta su cintura. Le parecía que había dejado de respirar; era como si al hacerlo pudiera romper el hechizo.


—No pares —musitó sin aliento, con palabras apenas audibles.


—He de parar —susurró Pedro—. Me he quedado sin botones — introdujo la mano en el interior del vestido y la apoyó levemente sobre el muslo antes de subir por su costado. De nuevo le rozó los labios y le murmuró al oído—: Un cerdo arrogante y egoísta tiene su mano en tu pecho —deslizó el dedo pulgar por la suave tela del sujetador y lo pasó por el pezón.


—Para —dijo Paula con respiración jadeante. Él apartó la mano con brusquedad. Ella meneó la cabeza con impaciencia—. Para de hacer bromas. No tienes por qué continuar. Me encanta.


—Lo siento —le sonrió—. Ha sido un error.


Pedro enganchó el pulgar en la solapa del vestido y se lo apartó del pecho, de modo que todo ese lado cayó al suelo. Luego atrajo el otro lado hacia él, quitándoselo. Ella llevaba un sujetador transparente que se abrochaba por delante; lo abrió y dejó que las dos mitades se deslizaran hacia los lados. La contempló un largo rato.


—Dije que eras hermosa, Paula —comentó con suavidad—, pero ni me aproximaba a la realidad —volvió a recorrerla con la vista—. Deshagámonos de estas medias —introdujo una mano en la cinta elástica de la cintura y se las bajó por las caderas. Se apoyó en la otra mano para quitárselas por los muslos y las rodillas y, por último, los pies, luego se apoyó otra vez sobre el codo—. Hmm, adorable —le acarició el vientre plano. 


Ella tembló ante su contacto; la mano cálida pareció enviarle un torrente de sensaciones por el cuerpo. Le besó un pecho, haciendo que jadeara involuntariamente; era como si le hubieran puesto un cable con corriente que le provocó una convulsión de placer. Pudo sentir su boca, ardiente, suave y húmeda, y la punta de su lengua jugando con el pezón. Respiró de forma entrecortada. Jamás había imaginado que podía llegar a ser así. ¿Por qué no podía continuar y continuar? ¿Por qué tenía que parar? Pedro no paró en mucho rato, y cuando lo hizo fue para besarle el otro pecho. Paula tembló sin control. Su lengua no dejó de activar explosiones de dulzura hasta que todo su cuerpo pareció ser una masa palpitante de placer, pero con un extraño anhelo entre sus piernas que crecía a medida que él proseguía. Como si Pedro lo hubiera percibido, sintió que bajaba la mano por su estómago y la introducía entre la tenue tela de sus braguitas. Sin pensarlo, con brusquedad, se apartó de él, abrumada de repente por un horrible bochorno. 

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