viernes, 28 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 36

Prosiguió largo rato, y Santiago escuchó sin protestar hasta que Pedro terminara. Algo que finalmente sucedió.


—Jamás he cuestionado tu talento, Santiago —indicó con un tono que hizo que el comentario pareciera un insulto—, pero es evidente que esto te sobrepasa. Hay personas a las que puedes arrojar a las profundidades y crecen con ello... Pensé que tú eras una de ellas. Fue mi equivocación. Está claro que te falta lo necesario para operar a este nivel.


Los ojos cansados se entrecerraron, y llegó el turno de que Santiago hablara.


—Solía pensar que me gustaría establecerme por mi cuenta — comenzó—. Tenía muchas ideas que me interesaban y que tú no querías seguir. Nuestros competidores han dado con una o dos de ellas de forma independiente, y les ha ido muy bien, de modo que no hay motivo para no pensar que aquí no habrían funcionado —se encogió de hombros—. Pero cuando mi esposa quedó embarazada hace un par de años, pensé que no podía permitirme el lujo de correr riesgos —miró a Pedro con ojos grises encendidos—. Bueno, no sólo me he perdido la primera palabra del bebé... Sino que tengo un hijo de dos años, con un vocabulario de cien palabras y me he perdido todas y cada una de ellas. En un año no he pasado ni una sola velada con mi mujer, no he pasado ni un día con mi esposa e hijo desde que éste nació, y en eso incluyo la Navidad. No sé qué riesgos pensé que me iba a ahorrar, pero no pueden ser peores que abandonar a mi familia en todos los sentidos menos el legal —arrojó su copia de la propuesta sobre la mesa de Pedro—. Tendrás mi dimisión al final del día —giró en redondo y salió de la habitación.


Paula buscó alguna señal de arrepentimiento en el rostro de Pedro, pero no había ninguna. «Debe sentir algo», pensó. Santiago había sido un protegido suyo, un joven que había abandonado la universidad, con quien se había arriesgado y que resultó ser brillante. ¿Acaso iba a dejar que terminara de esa manera?


—Bueno, ha de estar arreglado para el lunes —le dijo con sequedad a Paula—. ¿Has cancelado Praga? Bien. Desde ahora disponemos hasta el fin de semana para darle la vuelta. Cuatro días para el trabajo, una buena noche de sueño y aún nos queda el lunes para atar los cabos sueltos y dejarlo bien. Leeré tu trabajo y lo corregiré para que no vendamos un paquete antiguo. Si trabajamos juntos lo conseguiremos.


—¿Así que vas a dejar que él se marche? —Paula cruzó los brazos—. ¿Así sin más?


—Si no hubiera dimitido, yo le habría pedido que presentara su dimisión —indicó él.


—¡Me dijiste que era brillante! —acusó con ojos centelleantes.


—No competimos por el Premio Nobel —explicó con hosquedad—. Competimos por una parte de un mercado en el que se mueven algunos de los operadores más despiadados y poderosos del mundo. Si hay alguien que no sea capaz de seguir el ritmo, nos irá mejor sin él.


—¿De verdad? —preguntó con acritud—. Bueno, pues en mi opinión a ellos les irá mejor sin tí. Si tuvieran a alguien en la cima que no esperara que fueran superhéroes, podrían formar parte de un equipo imbatible —los ojos le echaban chispas—. Los cerebros de las personas de esta organización son tus máximos valores y, teniendo en cuenta que acabas de decidir que era una idea inteligente forzar la marcha de una de las personas más competentes que tienes, diría que los mejores cerebros de la empresa no están al mando aquí. En mi opinión deberías llamarlo, ofrecerle seis meses de permiso de paternidad pagados y una disculpa.


—Eres libre para expresar tu opinión —dijo con frialdad—. Y ahora, si ya has terminado, pongámonos a trabajar.


—No, gracias. Si Santiago se va, yo me marcho con él.


Él se encogió de hombros. 

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