lunes, 24 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 26

Y al final, en medio de la comida, él sonrió.


—Bueno, puede que tengas algo de razón, pero debemos establecer un trato. La gente ha de continuar haciendo lo imposible durante un tiempo aún.


—Hablando de lo cual, me queda mucho para terminar la presentación de Barrett. ¿De verdad necesitas que te acompañe?


—Sí —aseveró Pedro—. Ahora le estás dando forma, ¿No? Deja lo que tengas sobre mi mesa por la mañana. Le echaré un vistazo antes de irnos, luego se lo pasaré a Santiago para que lo termine.


A Paula se le hundió el corazón. ¿Podría tener la presentación a tiempo? Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.


—De acuerdo —aceptó a regañadientes. 


—¿Sabes?, de verdad eres hermosa —la observó por encima del borde de la copa de vino.


—Primera regla del juego, no digas lo que realmente piensas —le recordó con frialdad.


—¿Quién dijo que era un juego? —preguntó en voz baja.


—Siempre estás con un juego u otro —indicó ella.


—Es verdad —admitió de forma desconcertante; le sonrió—. ¿Sabes?, lo gracioso es que no soy capaz de imaginarme a tus amigos. ¿Qué tipo de hombre te gusta?


Durante un momento Paula se quedó perpleja. Temió que su boca revelara la verdad. Al final, con un esfuerzo, repuso:


—Oh, no tengo un tipo en especial.


—Recorres el campo, ¿Eh? —sus ojos se burlaron de ella—. ¿Eres mejor que yo para cancelar las citas?


—Resultaría difícil ser peor —repuso secamente.


Pedro estalló en otra carcajada. Con un cierto sobresalto se dio cuenta de que no recordaba la última vez que había disfrutado tanto de una cena. Paula intentó llevar la conversación de vuelta a la empresa, pero en cada ocasión él se desviaba.


—Bueno, si no quieres hablar de ello, será mejor que vuelva a la oficina.


—No debo exigirte tanto —él meneó la cabeza—. Te llevaré a casa.


—Preferiría que no —pidió Paula—. Si lo haces, mañana tendré que madrugar. Me resulta más fácil quedarme hasta tarde.


—Me parece justo. Bueno, quizá yo también vaya. Esto de Praga ha surgido de forma repentina; hay algunas cosas de las que debería ocuparme —Pedro condujo al despacho, se metió en el estacionamiento subterráneo y apagó el motor. La miró—. Creo que esto ha sido lo mejor. Si te hubiera dejado en casa, habría olvidado que eres mi secretaria y te habría pedido que me invitaras a pasar.


—No soy sólo una secretaria, soy una accionista —corrigió—. Y no hay regla que impida acostarse con los accionistas. Por otro lado, sólo soy una accionista con el cinco por ciento, y hago tantas horas extra que debo ser una secretaria al ciento cincuenta por ciento, así que tal vez sea mejor que no recorramos todo el camino. 

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