lunes, 3 de abril de 2023

Una Esperanza: Capítulo 61

 –Saluda a papá –dijo Ivana.


Entonces se dió cuenta, Pedro había sido el cámara. Había estado viendo a Ivana a través de los ojos de él. Se sintió fatal. Él sólo tenía ojos para ella. Ivana se alejaba por un pasillo y la cámara se deslizó hacia abajo para enfocar su trasero.


–¡Ya vale, Pedro! ¡Sé lo que estás haciendo! –exclamó Paula.


Oyó a Pedro riéndose. La película se cortó entonces y siguió después con la fiesta. Acababa de presenciar un momento de intimidad entre una pareja y se le revolvió el estómago. Se sentía celosa y avergonzada. Sabía que él había estado casado, pero nunca hablaba de ella. Oyó un ruido tras ella. Se giró para ver qué pasaba. Pedro estaba en el umbral de la puerta. Había dolor en sus ojos. Paula miró de nuevo a la pantalla. Ivana seguía siendo el centro de atención. Intentó decir algo pero no supo el qué.


–Estaba buscando una cinta para grabar esa película que ponen esta noche en la televisión…


Pedro miró la cinta que tenía ella en la mano y después apartó la vista, como si no pudiera soportar ver las imágenes que aparecían en la pantalla.


–Apágalo –le ordenó.


–Lo siento. No sabía lo que era. Sólo estaba…


–Apágalo, Paula.


Hizo lo que le decía, y cuando se dió la vuelta de nuevo, él ya no estaba allí. Se preguntó cuánto tiempo habría estado en la puerta. Creía que había borrado todo rastro de su esposa, pero había estado equivocada. No había podido deshacerse de todo y ahora veía por qué. Pedro había estado muy enamorado de su mujer. Y la sombra que vió en sus ojos le dijo lo que tenía que saber, que aún seguía enamorado de ella. Nunca iba a poder competir con eso.



La camarera se acercó y Pedro le dijo que no estaba listo. Miró el reloj. Paula llegaba tarde. Y ella solía ser muy puntual. Parecía una señal de que las cosas no iban como tenían que ir, de que algo estaba cambiando. Había sucedido durante las dos últimas semanas. La primera sorpresa se la llevó una mañana, cuando bajó a desayunar y se encontró con que ella llevaba una falda. Nunca la había visto con falda. Se dió cuenta de que intentaba arreglarse para él y decidió comentarle algo.


–Estás muy bien.


La verdad era que no le importaba lo que llevara, sólo quería que lo siguiera mirando con el mismo cariño con que lo hacía. Poco a poco, había ido cambiando de aspecto. Hasta se ponía zapatos de tacón y brillo de labios. Se abrió la puerta del restaurante y se quedó helado.


–Siento llegar tarde, había mucha gente en la peluquería –explicó ella sentándose–. Seguro que si no te hubiera dicho adónde he ido ni lo habrías notado.


Pero Paula se equivocaba. Era imposible pasar por alto que había desaparecido su desordenado y sexy pelo. Se había planchado el cabello y estaba liso como una tabla. Y también se lo había cambiado de color, ya no había rastro de sus mechones dorados. Estaba más oscuro. No sabía qué decir.


–Está muy bien –le dijo–. Bueno, será mejor que pidamos.

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