viernes, 7 de abril de 2023

Una Esperanza: Capítulo 73

Metió la mano en el bolsillo y tocó la cajita del anillo. La había encontrado esa mañana en el cajón de los calcetines y se lo había metido en los vaqueros para que le diera suerte. Pensaba que siempre lo guardaría, era un anillo que esperaría a Paula hasta que estuviera preparada para recogerlo.


Paula entró en la cocina y él se sacó rápidamente la mano del bolsillo. Ella parecía estar intentando interpretar la expresión de su rostro, así que se relajó al instante.


–Bueno. Ya está. Es hora de irse.


–Sí –repuso él con frialdad.


Ella miró un momento al suelo.


–Sabes que podría quedarme un poco más. Si tú y Valentina me necesitan después de lo que ha pasado, puedo quedarme un par de días más.


–Nos las apañaremos, Paula. Además, Leticia vendrá el lunes. Tú haz lo que tengas que hacer.


–Muy bien –repuso ella contrariada–. Voy entonces a por mi abrigo.


Se lo puso lentamente y después lo miró a los ojos.


–Adiós, Pedro.


–Adiós, Paula.


Ella se puso de puntillas y le dió un ligero beso en los labios. No estaba haciendo que aquello fuera fácil. Se separó y, pensándolo mejor, lo besó de nuevo. Esa vez con un beso más dulce y profundo. Era una tortura. Quería a esa mujer. Tanto que no aguantaba no poder decírselo. Pero no quería hacerlo, así sólo conseguiría presionarla. Paula parecía muy triste.


–Voy a despedirme de Valentina.


No la detuvo, necesitaba poner distancia entre ellos.


Cuando volvió al vestíbulo, fueron juntos hasta el coche. La observó mientras se metía en el vehículo. Ni siquiera lo miró antes de ponerlo en marcha. Paula miró por el retrovisor, esperando el momento en que comenzara a correr tras ella, pero Pedro no se movió. Intentó no llorar, se había prometido no hacerlo. Al fin y al cabo, estaba haciendo lo que quería y tomando sus propias decisiones. Había decidido que era mejor irse y tenía que hacerlo. Pedro estaba respetando su decisión.


Pero de repente, se dió cuenta de lo absurdo de la situación. No entendía por qué se alejaba con el corazón roto cuando lo que quería era quedarse. Dejó de apretar el acelerador mientras veía aún a Pedro a la entrada de la casa, observándola. Había estado tan empeñada en tomar sus propias decisiones que ni siquiera le había preocupado que su decisión fuera la correcta o no. Abrió la puerta del coche y salió corriendo. Lo había dejado en marcha, pero nada le importaba. Corrió hacia él tan rápido como pudo, incluso perdiendo un zapato por el camino. Él, al verla, echó la cabeza hacia atrás y empezó a reír lleno de alegría. Pero no se movió, quería que fuera ella la que hiciera el camino hasta la casa. Paula no sabía cómo podía haber dudado de que la quisiera, la cara de Pedro no decía otra cosa. Cuando llegó a su lado, saltó a sus brazos y rodeó su cintura con las piernas. Se besaron por toda la cara, abrazándose como si les fuera la vida en ello.


–Te quiero, Paula Chaves.


–Lo sé. Y yo a tí. ¿Puedo quedarme? Por favor… –le dijo ella sonriendo.


Él rió mientras la dejaba en el suelo.


–¡Pensé que nunca me lo ibas a pedir! Pero… Pero no vuelvas a ponerte esos zapatos de tacón.


–La verdad es que son muy incómodos, igual que las faldas y el maquillaje. Dejaré todo eso para ocasiones especiales.


Él la besó de nuevo y se separó para susurrarle algo en el oído.


–Lo cierto es que hay algo especial que sí que me gustaría que llevaras. Si tú quieres, me haría inmensamente feliz que llevaras esto –le dijo sacando el anillo del pantalón.


–¡Claro que quiero, gruñón! –exclamó ella besándolo de nuevo.


Pedro empezaba a ponerle el anillo en el dedo cuando los distrajo un grito desde el piso de arriba. Miraron a la ventana. Parecía que había público observándolos. Vieron a Valentina aplaudiendo y saltando de alegría. Ellos se sonrieron y él le colocó el anillo. Después, le besó la mano y la miró directamente a los ojos.


–Nunca dejaré de quererte.   







FIN

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