lunes, 24 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 28

Pedro inclinó la cabeza y sus bocas volvieron a sellarse. Le rodeó el cuello con los brazos; él le pegó las caderas. El cuerpo de Paula se fundió con el suyo; ya no era capaz de pensar más en lo que debería hacer... En el mundo no había otra cosa que su devoradora boca, su cuerpo musculoso y duro y el sonido de sus propias palpitaciones. Casi lo tenía entre sus piernas, haciendo que su deseo por ella quedara claro de forma rotunda, y eso también le resultó embriagador. Aunque no la amara, en el sentido físico la deseaba tanto como ella a él, al menos en ese momento. Cuando recuperara la cordura, sabía que recordaría que Pedro nunca había sido demasiado puntilloso en sus elecciones... Pero aún no tenía que estar cuerda. Paula perdió toda noción del tiempo. Podrían haber sido cinco minutos o cinco horas más tarde cuando él alzó la cabeza.


—Qué demonios —musitó.


—¿Qué? —preguntó ella con voz ronca. El corazón le martilleaba en el pecho.


—Sabes bien qué —un músculo se contrajo en su mejilla. Pasó una mano por su cabello pelirrojo—. Fuego bajo fuego —susurró—. Pero de todos los momentos para averiguarlo... —Paula lo miró. Los ojos de él ardían, y había sido ella quien encendió esa llama—. Ni siquiera puedo decir «¿Dónde has estado toda mi vida?» —cerró los ojos por un momento,luego se obligó a retroceder. Abrió otra vez los ojos con un destello burlón—. Toda mi vida has estado zumbando a mi alrededor como un tábano. Me has dicho lo cerdo arrogante y egoísta que soy en cada oportunidad que se te ha presentado. Si pensabas confraternizar con el enemigo, Paula, ¿Tenías que elegir este momento?


—Yo no lo elegí —repuso sin aire—. Nunca antes me habías dicho que querías besarme.


—Hasta mi arrogancia tiene un límite —el pecho le subía y bajaba agitadamente—. ¿Eso significa que me habrías dejado si te lo hubiera dicho?


—Quizá —tragó saliva—. Para comprobar por qué tanto alboroto.


—¿Y cuál es el veredicto?


A ella le habría encantado responder con algo indiferente, pero, ¿qué sentido tenía? Él mismo podía ver que no le había parecido exagerado.


—Fue estupendo —repaso con sencillez. Bajó la vista a sus labios con abierta apreciación.


Pedro musitó un juramento. Luego rió.


—Para alguien a quien no le gusta la primera regla del juego, no da la impresión de que te vaya muy mal. Vamos, Cinco Por Ciento, volvamos a la oficina. Tenemos trabajo. 

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