miércoles, 19 de abril de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 20

Creía con firmeza que cuanto más arduo era un problema, menos sentido tenía tratar de forzar una solución. Tenías que darle tiempo para que fuera a tí. Durante dos horas dio vueltas, a veces en el sentido de las manecillas del reloj, a veces en dirección contraria, brindándole a la solución la oportunidad de que se presentara. Desde luego, a veces antes de que te llegue la solución se plantea otro problema. A las once oyó voces en el vestíbulo.


—Lamento haber tenido que volver —dijo Pedro—. Hay un par de cosas que necesito comprobar. 


—Está bien —repuso la voz de una mujer—. Me gustaría ver tu despacho.


—Bueno, no hay mucho que ver —explicó él.


«Eso es lo que crees», pensó Paula. Parecía haberse vuelto una estatua.


—En realidad, creo que primero iré al tocador —dijo la mujer.


—Está a la vuelta de esa esquina —indicó Pedro—. Primero a la derecha, luego a la izquierda, después frente al ascensor...


—No te puedes perder —rió la mujer—. Habría sido capaz de seguir esas instrucciones si no nos hubiéramos acabado la segunda botella, Pedro, pero ahora ni siquiera voy a intentarlo. Al menos acompáñame hasta el primer giro a la derecha.


—¿Qué me darías a cambio? —sugirió él.


—¿En qué has pensado?


—No te lo creerías —volvió a reír Pedro—. Vamos, es por aquí.


Paula se puso de pie de un salto. Se lanzó hacia la mesa y con premura recogió todos los papeles. No podía arriesgarse a abandonar la estancia, pero, ¿A dónde podía ir? El escritorio estaba abierto en la parte frontal, así que era imposible esconderse ahí. Recordó que había un armario donde Pedro guardaba un traje de recambio, pero ninguna de las puertas tenía pomos. Se suponía que sabías qué panel apretar. Corrió al panel más cercano y presionó lo que parecía una muesca donde tendría que haber habido un picaporte. Se abrió y reveló una cámara de seguridad. Oyó pasos en el pasillo. No había tiempo para seguir mirando. Se metió en el estrecho armario y cerró la puerta detrás de ella. Desde el despacho el panel era opaco, pero por el interior era transparente. Vió a Pedro entrar solo, dirigirse al archivador y sacar algunos documentos. Se apoyó en el mueble y hojeó una carpeta. Unos momentos más tarde se le unió una mujer. Paula tragó saliva con envidia. La mujer era alta y esbelta, con unas piernas interminables y el andar de una modelo. Tenía mechas rubias en el pelo, ojos grandes y azules, con un maquillaje inmaculado, una chaqueta negra larga un poco más corta que el vestido negro corto y ceñido que lucía debajo. Cruzó la habitación al tiempo que dejaba caer la chaqueta y se detuvo a su lado. A Pedro parecía resultarle más cautivador el documento que la deslumbrante mujer. Hojeó unas páginas más y luego volvió al inicio. Pasados dos segundos, la mujer decidió tomar cartas en el asunto. Apoyó una mano en el hombro de él y le dió un beso en la boca. 

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