lunes, 3 de abril de 2023

Una Esperanza: Capítulo 62

La miró mientras comían. Ella había cambiado y no era sólo su aspecto. Se reía sin naturalidad y sonreía forzadamente. Estaba fingiendo. Y no tenía ni idea de por qué lo hacía. Pero le daba muy mala espina, Ivana también había fingido con él. Se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta y acarició la cajita de terciopelo del anillo. Después sacó de nuevo la mano. Decidió que sería mejor esperar a otro día.


Paula se apoyó en el balcón y miró al cielo. No había estrellas. Cuando volvieron de Londres, Pedro llamó a la puerta del dormitorio que salía a la terraza. Ella la abrió, lista para reñirla por romper las reglas tan pronto. Pero él le colocó un dedo en los labios y la sacó a la terraza, para contemplar juntos el firmamento. Había estado lleno de estrellas. Esa noche hablaron y se besaron hasta cerca del amanecer. Aún no le había dicho que la quería. Sabía que le costaba expresar sus sentimientos. Tenía que ser paciente. De vuelta a su dormitorio, miró la puerta que conducía al de Pedro. Estaba cerrada. Había estado en su despacho toda la velada y después se había acostado temprano. Nunca lo hacía y sintió que algo iba mal, el fantasma de Ivana estaba acechándolos. Así se sentía ella. Todo había empezado el día que vio el vídeo de la fiesta. Desde entonces, se comparaba con Ivana en todo lo que hacía o decía. No podía dejar de pensar en ella. Y temía que él también las estaba comparando. Veía en sus ojos que se sentía desilusionado. Fue al baño y comenzó a quitarse el maquillaje. Creía que todo podía mejorar, que podía llegar a ser la mujer que él necesitaba si lo intentaba con más fuerza. Podía ser alegre, elegante y vivaz. Creía que su felicidad futura dependía de ello. David había acabado aburrido con ella y no iba a dejar que sucediera de nuevo.



Llevaba hora y media esperando por él. En teoría, era su noche libre, pero la línea entre lo personal y lo profesional empezaba a ser tan difusa que ya no podía diferenciarlo. Esa noche iba a dedicarla a mimarse un poco. Pensaba darse un baño caliente y relajante y ponerse una mascarilla. Pedro le había prometido pizza a su hija, pero como no llegaba y Valentina tenía hambre, Paula acabó preparándole la cena. No le importaba, pero empezaba a preocuparle y molestarle que no la hubiera llamado. Miró su reflejo en la ventana de la cocina. No tenía mal aspecto, pero Pedro esos días no se daba cuenta de nada. Creía que podía arrancarse un brazo sin que él se diera cuenta, estaba sumergido en su propio universo y metido durante horas en el despacho. Él decía que tenía que ponerse al día en avances médicos, pero ella creía que se había dado cuenta de que ella no era el amor de su vida y que la estaba evitando para no tener que decírselo. A pesar de todo lo que se había esforzado por ser mejor, había fracasado. Ya ni la miraba a los ojos. Los dos sabían que algo iba mal, pero ninguno era lo bastante valiente como para hablarlo.

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