jueves, 5 de febrero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 54

—No, Miguel—dijo Alejandra con una nota de desesperación en la voz—. Por favor…
Paula, muy tensa, vio a su padre abandonar la mesa y salir del comedor. Luego, tragó saliva al ver el esfuerzo con que su madre se levantó y empezó a recoger los platos.
—Mamá…
Alejandra esbozó una valiente sonrisa.
—¿Alguien quiere postre? He hecho tarta de queso.
—Yo te ayudaré a recoger —dijo Gonzalo poniéndose en pie.
Bruno le imitó.
—Yo también echaré una mano.
Gonzalo le dedicó una sonrisa.
—Gracias.
—Cuando estoy en casa, siempre ayudo a mi madre —dijo Bruno mientras salían del comedor.
Pedro le acarició la cabeza a Paula.
—¿Te encuentras bien?
—No lo sé…
—¿Quieres que vaya a hablar con tu padre?
—¿Para qué? No cambiaría nada. Siempre ha estado en mi contra —Paula echó la silla hacia atrás y se levantó—. Necesito un poco de aire fresco.
Pedro la acompañó al jardín. Allí, le rodeó el cuerpo con un brazo y la atrajo hacia sí. Cada vez le costaba más mantener la distancia con ella. Paula había cometido una equivocación, pero ¿quién no lo hacía?
—Pedro… —le susurró ella acariciándole el pecho con el aliento.
Pedro le alzó la barbilla con un dedo.
—¿Qué, querida?
—¿En serio te parece que tengo talento para pintar?
Pedro le acarició la mejilla.
—¿Tanto te importa mi opinión, Paula?
Como era su costumbre, Paula se humedeció los labios.
—Sí, sí es importante.
—Creo que tienes talento para muchas cosas —respondió Pedro con los ojos fijos en la boca de ella—. La pintura es una de esas cosas.
—¿Para qué otras cosas tengo talento?
Pedro sonrió.
—Tienes talento para hacer que me pregunte por qué estoy aquí, en casa de tus padres, cuando podría estar en mi propia casa, en la cama, con tu hermoso cuerpo bajo el mío.
Entonces, Paula la besó y ella se le entregó totalmente.
—Me vuelves loco —le susurró Pedro al tiempo que le mordisqueaba el labio inferior.
—Y tú a mí —respondió ella tocándole la punta de la lengua con la suya.
Pedro, de repente, alzó la cabeza y se apartó ligeramente de ella al ver allí a su sobrino.
—¿Qué quieres, Bruno?
—Sólo decirte que no eres el único al que ella desea —dijo Bruno fríamente al tiempo que alargaba una mano con el teléfono móvil de Paula hacia su tío.
Paula se estremeció de pies a cabeza y contuvo la respiración cuando Pedro, con el teléfono en la mano, examinó los mensajes y apretó los dientes al ver lo que estaba escrito allí.
Después de lo que a Paula  le pareció una eternidad, Pedro desconectó el móvil y se lo dió a Paula con mirada inexpresiva.
—No estoy seguro de que sea buena idea leer o escuchar los mensajes de otras personas —dijo Pedro—. A veces, pueden malinterpretarse y causar un daño innecesario.
—Te advertí que seguía viéndole —dijo Bruno.
Paula se quedó mirando el teléfono que sujetaba con temblorosas manos, lo abrió y accedió a sus mensajes. Había uno escrito de Pablo: Ven a mi casa el viernes a las cuatro. Facundo.
Paula miró a Pedro, que la estaba observando.
—No es lo que piensas —dijo ella.
—No, estoy seguro de que no lo es —contestó Pedro tomándola del brazo para llevarla al interior de la casa, a la mesa en la que Alejandra estaba sirviendo el postre.
Los chicos pronto dieron cuenta de la tarta de queso, pero Paula vió que Pedro estaba distraído y comía a desgana.
—Nosotros llevaremos a los chicos al colegio —le dijo Pedro a Alejandra cuando hubieron acabado el postre.
—Gracias, Pedro—respondió ella, sonrojándose ligeramente—, Miguel se ha acostado ya, tenía dolor de cabeza. Como puedes suponer, últimamente está sometido a una gran tensión.
—Gracias por la cena, señora Chaves —dijo Pedro inmediatamente.
Alejandra, con manos temblorosas y ojos sospechosamente brillantes, se puso en pie y comenzó a recoger los platos del postre.
—Creo que he tomado demasiado vino —dijo Alejandra con una forzada carcajada—. No debería haberlo hecho, siempre me ha sentado mal el alcohol. A Paula le pasa lo mismo. Como bebamos más de medio vaso, luego no podemos acordarnos de lo que decimos ni de lo que hacemos.
—Pedro, ¿nos vas a llevar al colegio o no? —preguntó Gonzalo acercándose a la puerta—. Nos la vamos a cargar si no estamos allí a las diez.
—Bien, vamos —dijo Pedro.
Alejandra continuó recogiendo los platos.
—Vamos, Pedro, no te preocupes por mí, estoy bien.
—¿Seguro?
Ella sonrió temblorosamente.
—Sí, seguro.

6 comentarios:

  1. Yo no se, quiero mas.... Quiero mas!!!!

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  2. Ayyy que cena por favor!! Pobre lo que tiene que soportar Pau! Re metido Bruno, dan ganas de pegarle!! Ya quiero que se aclare un poco todo.

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  3. Ya no los aguanto ni a los padres de Paula, ni a Bruno ni a Pedro tan malditos con ella. Quiero que se empiece a clarar la cosa.

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  4. Cuanta gente mala por dios... pobre Paula !!

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  5. natyyyyyyyyyyy quiero el proximooooo plissssssss..
    MUY BUENOS LOS CAPITULOS

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  6. Muy buenos capítulos! con cuanta gente de m... está rodeada Pau! todos metiéndose en su vida y opinando! qué difícil todo!

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