jueves, 5 de febrero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 53

Paula se sentó al lado de Pedro e hizo un esfuerzo por hacer justicia a la cena que su madre había preparado. Los chicos estaban sentados el uno frente al otro y, aunque Gonzalo logró ignorar las miradas insidiosas de Bruno, no tuvo la misma suerte con las preguntas de su padre respecto al empeoramiento de sus notas escolares.
Por fin, Paula no pudo soportarlo más.
—¿No te parece algo hipócrita criticar a Bruno por meterse con Gonzalo? Es justo lo que tú estás haciendo con él.
—¿Qué has dicho? —Miguel lanzó una furiosa mirada a su hija.
Paula alzó la barbilla.
—Me has oído perfectamente. No haces más que reducirle la confianza en sí mismo, igual que has hecho toda la vida conmigo.
Pedro le cubrió la mano.
—Querida…
Paula volvió el rostro con expresión irritada.
—No te metas en esto, Pedro. Es un asunto entre mi padre y yo.
—Estás diciendo tonterías, como de costumbre —le dijo Miguel a Paula.
—Gracias por el apoyo, Paula, pero puedo defenderme yo solo —dijo Gonzalo  al tiempo que clavaba los ojos en su padre—. Estoy haciendo lo que puedo por prepararme para los exámenes finales. Sé que tú y mamá se llevarían una desilusión si no consigo la nota suficiente para entrar en la facultad de medicina o de derecho, pero ¿no se les ocurrió  pensar que puede que no quiera ser médico ni abogado?
Paula vió que sus padres, horrorizados, intercambiaban una mirada.
—¡Tienes que hacer algo con tu vida! —dijo Miguel alzando la voz—. No estarás pensando en convertirte en un artista, o algo igualmente inútil, como tu hermana, ¿verdad?
—Paula es una pintora de mucho talento, señor Chaves—intervino Pedro con calma—. Debería estar orgulloso de ella.
Paula le lanzó una mirada de agradecimiento.
—Es cosa mía lo que decida hacer con mi vida —contestó Gonzalo.
—¡No lo es si quien paga los estudios soy yo! —exclamó Miguel.
—No los estás pagando tú, papá —dijo Paula con una mirada retadora—. Es Pedro quien se está encargando de eso, ¿no?
Miguel apretó los labios y se levantó de la mesa.
—Ha sido un ******* por admitirte en su casa otra vez —declaró Miguel—. Tengo ganas de contarle la verdad respecto a tu…

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