miércoles, 25 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 45

Yo me quedé paralizada y abrí los ojos como platos, no podía expresar palabra alguna, una cosa era seguirle el juego de que nos conocíamos desde antes, con tal de ocultar la verdad que su familia ignoraba y otra muy diferente era llevar la farsa hasta esos extremos, yo no podía ir a esa boda y no creía que él tampoco lo quisiera, lo más probable es que ya hubiera invitado a alguien para acompañarlo.
– Genial idea hermanita, como me tienes sentenciado, no he invitado a nadie.
– Es que es la boda de tu única hermana y no quiero un escándalo como en la de Federico – puso su mano en mi brazo – no sabes Pau la vergüenza que nos hizo pasar la tipa con la que fue a la boda de mi hermano mayor, se puso a bailar cual bailarina exótica a mitad de la fiesta y a quitarse la ropa, obvio los hombres estaban encantados, pero los papás de Rosa, o sea, mi cuñada, casi piden la anulación del matrimonio ahí mismo, mi papá tuvo que hablar con ellos y tranquilizarlos, claro, después de que sacaron a la susodicha, que por cierto, estaba pasadita de copas.
– Que exagerada eres Luciana, no fue para tanto.
– ¿Ah, no?, ¿quieres que ahorita vaya por Federico  y Rosa para que se lo confirmen?
– No es necesario hermanita, ese no es el punto.
– Así que comprenderás, Pau, que obvio no voy a dejar que vaya a la mía con cualquiera, es mucho mejor que asista con una vieja amiga, además tú eres una chica linda, responsable y muy decente.
Yo seguía sin poder hablar, si Luciana supiera cómo había conocido en realidad a su hermano y lo que acabábamos de hacer hace un par de horas, no me tendría en tan buen concepto y mucho menos me invitaría a su boda, quizá debía decirle la verdad para que se le quitara esa idea de la cabeza. Y lo peor es que Pedro me miraba divertido y con una sonrisa triunfante, en definitiva ese hombre disfrutaba con mi sufrimiento, yo le dí otro sorbo a mi copa antes de hablar.
– Gracias Luciana, pero…
– Ningún pero, no voy a aceptar una negativa de tu parte, la boda es en dos meses y ahí te quiero ver, por cierto, no veo a mi novio, iré a buscarlo – dio dos pasos y se volteó a verme – no excusas  Paula– agregó y me guiñó un ojo.
– Es una lástima que no te guste el chocolate, se me había ocurrido una idea genial – dijo pícaramente y después tomó un bocadillo.
– Pero, ¿cómo puedes decirme eso después de lo que acaba de decirme tu hermana? – pregunté angustiada, ¿que acaso él no podía pensar en otra cosa que no fuera sexo?
– No hay nada que decir al respecto – se llevó el bocadillo completo a la boca.
– ¿Perdón?, tu hermana cree que nos conocemos de años, que soy casi un modelo a seguir y encima parece estar empeñada en que vaya a su boda contigo.
– Así es  Luciana, cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay poder humano que se la quite, pero yo no le veo mayor problema a lo que te dice, mejor que siga pensando que eres un modelo a seguir, y en cuanto a la boda, vamos y ya.
– ¿Y lo dices tan tranquilo?, se te olvida un pequeño detalle, yo tengo novio.
– Eso no es problema, tu novio seguramente tendrá un negocio que cerrar ese fin de semana – aseguró irónico y serio, con una expresión en el rostro que no le había visto.
– ¿Y Jennifer?
– Que no es mi novia – exclamó molesto y tomó una copa que se bebió de un trago.
– No, por supuesto que no – dije sarcástica.
– Piensa lo que quieras.
– Perfecto, entonces ve con ella a la boda porque yo no iré de ningún modo – aseguré.
– ¿Estás celosa? – preguntó mirándome a los ojos.
– Tú no tienes vergüenza de verdad – exclamé exasperada.
– Eso no responde mi pregunta.
– Estoy tan celosa de Jennifer como tú lo estás de Facundo, ¿satisfecho? – respondí irónica.
– ¿Alguien dijo mi nombre? – exclamó ella acercándose a él y tomándolo del brazo, lo bueno es que no era su novia, no sé que le haría si en realidad lo fuera.
– Con permiso, tengo que revisar cosas en la cocina – dije y me alejé.
– ¿Qué le pasa? – escuché que Jennifer le preguntó.
– Nada mi niña, seguro está estresada por todo el evento.
Entré a la cocina y me dieron ganas de aventar los sartenes, es que no había conocido hombre más cínico en toda mi vida, mira que negar y engañar a la novia en el mismo lugar donde ella se encontraba. Me llevé una mano a la frente, es que yo no podía ser más *******, ¿qué me daba ese hombre que me hacía perder la cordura?, bueno, sí lo sabía, el mejor sexo que había tenido jamás, pero no podía dejarme llevar por eso, debía encontrar la forma de recobrar la sensatez.

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