viernes, 13 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 9

– Perdóname mi amor, tengo que irme, mañana tengo que madrugar, la junta es en Nueva York y ya sabes cómo se pone el tráfico para allá.
– Dijiste que me recompensarías – exclamé furiosa cruzándome de brazos.
– Y lo haré, te lo prometo, Gerardo va a darme un par de días libres como recompensa al negocio que ayer cerré y viajaremos adonde quieras.
– Eso has venido diciéndome por los últimos seis meses y sigo esperando.
– Te prometo que ahora sí se hará realidad, tú sabes que trabajo por los dos.
– Lo sé, lo sé, es sólo que… ¿hace cuánto hicimos el amor?, ¿tres meses?, ya ni siquiera lo recuerdo – agregué frustrada, cuando íbamos en la universidad lo habíamos hecho más veces en una semana que las que lo habíamos hecho en el último año.
– Mi amor, te juro que yo también te extraño y te necesito en ese aspecto, pero tienes que comprender que de este trabajo tendremos todo lo necesario para casarnos y poder mudarnos de Nueva Jersey.
– Lo sé y lo comprendo – dije resignada – que descanses y suerte en tu junta.
– Recuerda que te amo Paula, por favor, eso nunca lo dudes – dijo tomando mi rostro entre sus manos.
– Yo también te amo – respondí.
Me dió un ligero beso en los labios y se fue. Yo me quede ahí, sentada en el sillón, resoplando, a pesar de que me sentía frustrada por el rechazo de mi novio, que prefería sus negocios antes de complacer a su novia aunque fuera por cinco minutos, lo que me tenía en realidad mal era el saber a quien era verdaderamente al que necesitaba y deseaba en esos momentos, así que me levanté y saqué el celular de mi bolso y decidida marqué su número, me importaba un reverendo pepino si pensaba que era una apurada que no podía conseguir una pareja de forma normal, mi cuerpo entero estaba reclamando, ansiando y deseando esos besos y esas caricias que me volvían loca por completo.
“El número que usted marco se encuentra apagado o fuera del área de servicio”.
– ¡Maldición!
Grité aventando el celular al sillón llena de rabia pensando que esas caricias y esos besos que tanto necesitaba estaban siendo entregados a otra perfecta desconocida. Frustrada y resignada me metí a darme una ducha de agua fría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario