domingo, 22 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 38

Me miré al espejo después de terminar de arreglarme, hoy era la fiesta del lanzamiento de la línea de ropa de Luciana Alfonso  y ella se había empeñado en que Geraldine y yo vistiéramos uno de sus modelos. Mi amiga eligió el más atrevido, yo me quedé con uno verde que me llegaba justo arriba de la rodilla, tenía descubierta la espalda y se unía por el cuello en una tira que bajaba por ambos lados al frente, así que tenía un escote, era un poco volado y de una tela finísima. Me coloqué encima la estola verde también, tomé mi bolso y salí rumbo al conocido hotel que no había pisado hacía dos semanas, claro que el propósito de esta visita era muy diferente.
Fui la primera en llegar, me aseguré que todo estuviera en orden, la plataforma para el desfile estaba lista, las sillas acomodadas, la enorme mesa con los bocadillos y las bebidas, el lugar donde se colocaría la poca prensa que habría, los meseros perfectamente vestidos, un chico estaba haciendo la prueba de sonido, todo iba marchando de acuerdo a lo planeado. Minutos después llegó Geraldine y dimos las últimas indicaciones a las edecanes que recibirían a los invitados.
– ¿No va a venir Facundo? – me preguntó Geraldine mientras se retocaba el maquillaje.
– No, tuvo que viajar a San Francisco, creo que regresa el sábado.
– Ah ok, hace mucho que no lo veo.
– Yo también, bueno, desde el domingo que fuimos al cine, y tú, ¿por qué no invitaste a Nick?
– Tenía otro compromiso.
Alrededor de las siete empezaron a llegar los asistentes y mis piernas me temblaron al ver entrar a Federico y Rosa, señal de que Pedro en algún momento se presentaría, era lógico que toda la familia estuviera presente y yo me debatía por dentro, a una parte de mí le daba miedo volver a verlo, pero la otra se moría de ganas de mirarlo aunque fuera a lo lejos.
Minutos después arribaron el Dr. Alfonso y su esposa Ana, y me dió tanta tristeza al verlos tomados de la mano, sonrientes, felices y orgullosos, deseé que Rosana y Jaime algún día se hubieran visto así, pero ni siquiera podían hablarse por teléfono, es más ni a mí me llaman por sus múltiples ocupaciones, según.
Un mesero pasó y de la charola tomé una copa de champagne que me bebí de un solo trago, necesitaba valor para el momento que inevitablemente ocurriría. La siguiente en llegar fue precisamente Luciana, de la mano de su novio, del que no recordaba su nombre, pero que extrañamente su rostro me resultaba familiar, se parecía a alguien que conocía pero no sabía a quién. De inmediato los fotógrafos se acercaron a ellos y ambos posaron, ella con una gran sonrisa y él un poco tímido, se veía que no estaba acostumbrado a las cámaras.

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