jueves, 12 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 7

Y tenía toda la razón, por algo me llamaba “la siempre correcta Paula”, no supe que me había pasado la noche anterior, que había faltado a todos mis principios y valores, pero el recordar sus caricias y sus besos eran razón suficiente para olvidarse hasta de la cordura, incluso de mi propio nombre. Suspiré y miré mi celular que había dejado al lado del teclado de la computadora, ¿habría alguna restricción en cuánto al horario?, volví a recordar las reglas y no mencionó nada al respecto. Llevé las manos a mi cara, sentí un rubor intenso en las mejillas, pero, ¿qué me ocurría?, aún no habían pasado ni doce horas de haberlo hecho con él y yo ya ansiaba que volviera a pasar. “Y te aseguro que te dejara sin sentido”, recordé las palabras de la chica que me lo recomendó y debía reconocer que tenía toda la razón y no sólo por el magnífico sexo que habíamos tenido, sino porque estaba haciéndome perder el sentido de todo. El timbre del teléfono me hizo aterrizar y respondí a la llamada de mi jefe.
Afortunadamente, para mi salud mental, ese día estuvo cargado de bastante trabajo, aunque de repente me reía yo sola porque algún recuerdo me venía a la mente y hacía que mi cuerpo se estremeciera, pero movía la cabeza y volvía a concentrarme en lo que estaba haciendo. Eran las 7:30 pm cuando terminé la campaña publicitaria en la que estuve trabajando todo el día, apagué la computadora y saqué mi bolso del cajón del escritorio, tomé mi celular y lo miré fijamente, ¿sería demasiado desesperado de mi parte volver a llamarlo hoy?, ¿ni siquiera dejar pasar un día o dos para volver a buscarlo?, pero el solo hecho de volver a recordar sus caricias me excitaba por completo, era la primera vez que algo así me sucedía y no es que el sexo con Facundo fuera malo, escaso sí, pero cuando lo hacíamos no me podía quejar, al menos no antes de la velada de anoche. Teníamos ya cinco años de novios y era el único hombre que había conocido en la intimidad, antes de ir a enredarme con ese extraño que me había mostrado una faceta del sexo y de mí misma completamente diferente. Entonces ví que el celular se encendía anunciando una llamada de él, precisamente.
– Hola amor, ¿cómo estás? – dije mientras tomaba mi bolso y salía de la oficina.
– Bien cariño, ¿y tú?, ¿te gustaron las flores?
– Claro, son hermosas.
– Te dije que te recompensaría, estoy afuera de tu oficina para llevarte a cenar.
– Ok, te veo en cinco minutos, ya voy de salida.
Colgué y apreté el botón del ascensor, al salir del edificio vi el flamante auto negro de mi novio y me subí, le di un ligero beso en los labios y él me abrazó, en ese momento, sentí todo el peso de la culpa, no merecía que lo hubiera engañado, no era justificación su falta de tiempo. Cuando nos separamos, me entregó un pequeño regalo que abrí de inmediato, era un hermoso dije en forma de media luna, la culpa se incrementó y la sentí en mi espalda como si fuera una losa pesada y le sonreí avergonzada, no sólo lo había engañado anoche con un desconocido sino todo el día con el pensamiento.

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