domingo, 1 de febrero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 45

Paula se despertó al amanecer, Pedro dormía a su lado, sus facciones estaban relajadas. Anhelaba acariciarle, como tantas veces haría hecho en el pasado. El leve roce de la yema de un dedo era lo único que Pedro había necesitado rara volverse hacia ella, completamente erecto; con sus oscuros ojos brillando de pasión.
Paula se humedeció los labios con la lengua al recordar las veces que le había saboreado, provocando una reacción en él que había aumentado su propia pasión.
Abrió los ojos y cerró las manos, tan cerca de los muslos de Pedro. La tentación estaba ahí, sólo un leve movimiento y le tocaría, sentiría el fluir de su sangre como reacción a la caricia…
Paula, sorprendida, parpadeó cuando, de repente, Pedro le agarró la mano y se la llevó a la entrepierna. Pedro aún tenía los ojos cerrados y lanzó un gruñido de puro placer cuando los dedos de ella, instintivamente, le exploraron.
—Sí, querida… Así es como me gusta…
A Paula e se le secó la garganta al sentir cobrar vida al engordado miembro. Impulsivamente, arrimó el rostro al cuerpo de Pedro y le besó los pezones antes de acariciarle el vientre con la lengua. Le sintió tomar aire y contenerlo en los pulmones, le sintió tensar los músculos del vientre mientras ella descendía con su boca hasta tomarle el miembro en ella. Le oyó gemir mientras le conducía al paraíso y tragaba la evidencia.
Pedro se estiró lánguidamente antes de capturar los ojos de ella con los suyos.
—Estoy empezando a pensar que quizá debiéramos prolongar nuestra reconciliación a seis meses, en vez de seis semanas —dijo él con una tentadora sonrisa—. ¿Qué te parece, Paula? ¿Quieres tener una aventura amorosa conmigo antes de que nos divorciemos?
Paula sabía que se había traicionado a sí misma al hacer lo que acababa de hacer. Le disgustaba que, al cabo de unos segundos de haber alcanzado aquel sumo placer, Pedro mencionara el divorcio, recordándole la precariedad de su puesto en la vida de él. Al final de su relación con él, fuera la que fuese, le esperarían unos papeles que tenía que firmar y seria mejor que no lo olvidara.
—Debes de estar bromeando.
Pedro le puso una mano en el hombro para evitar que ella se diera la vuelta.
—Piénsalo, querida. El sexo entre los dos es bueno. Me vuelves loco de deseo con sólo mirarme de la forma que lo estás haciendo ahora.
—Yo no te estoy mirando de ninguna forma.
—Sí, claro que sí. Me miras con deseo, como si jamás pudieras saciarte de mí.
—Eso son imaginaciones tuyas.

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