sábado, 27 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 49

—Eh… —la estudiante se movió con nerviosismo. Estaba roja como un tomate, y no dejaba de tocarse el pelo.
—¿Sabías que estaba casado? —le preguntó Dani—. Da igual, pero voy a darte un consejo, aunque dudo que me hagas caso. Si es infiel contigo, puede sértelo a tí —se volvió hacia Martín, y le dijo—: No puedo expresar con palabras cuánto siento haber desperdiciado tanto tiempo contigo, no valías la pena. Vámonos, Pedro —le dijo a su hermano, antes de salir del despacho.
—Quiero darle una paliza —comentó él.
—Te lo agradezco, pero creo que voy a darle un buen golpe en las finanzas. Iba a ser justa y comprensiva en el divorcio, pero he cambiado de idea.
Pedro la tomó de la mano, y se dio cuenta de que estaba temblando.
—Lo siento.
—Yo también —dijo ella.
Martín salió al pasillo, y exclamó:
—Dani, lo siento. No quería que te enteraras así.
Ella se detuvo, y se volvió hacia él.
—¿Cómo querías que me enterara?, ¿cuál es la mejor manera de decirle a tu mujer que quieres el divorcio para poder tirarte a otra? Tendrías que haberme contado la verdad. Me habría enfadado, pero al menos no habría pensado que eres un capullo —sin añadir nada más, se volvió y siguió alejándose de él.
—¡Dani!, ¡vuelve aquí!
Ella sacudió la cabeza, y siguió andando.
—Sólo un puñetazo —dijo Pedro.
—Gracias, pero no. Estoy bien —al llegar a las escaleras, Dani bajó a toda prisa y comentó—: Ha sido una suerte, porque me había estado preguntando lo que habría podido hacer para que las cosas funcionaran. Pero eso se acabó —al salir al exterior, se cubrió la cara con las manos—. Mi vida es un asco, no tengo ni una carrera profesional ni un matrimonio. Qué desastre.
Pedro la abrazó, y dejó que llorara contra su pecho.
—Las cosas mejorarán —le dijo.
—¿Cuándo? Quiero una fecha, dime cuándo.
—No lo sé, Dani. Lo siento. Pero será pronto —le aseguró él, mientras le acariciaba el pelo.
—¿Me lo prometes?
—Sí.
—Pobrecilla —dijo Paula—. No puedo creerme que Martín le estuviera poniendo los cuernos, pensaba que era un tipo legal.
—Todos lo pensábamos, supongo que nos equivocamos —comentó Pedro.
—Menos mal que no le pegaste. A pesar de lo fuerte que esté, él va en silla de ruedas y tú no, así que habrías perdido en un juicio.
Al ver que él se encogía de hombros, Paula supuso que no le importaban demasiado las posibles consecuencias de sus actos. Le habían hecho daño a alguien importante para él, y quería contraatacar.
Era extraño, pero no se había dado cuenta de ese rasgo cuando estaban casados; en vez de entender ese carácter protector, de valorarlo e intentar alcanzar un término medio, se había rebelado contra lo que ella había considerado un comportamiento poco razonable.
Paula se deslizó un poco hacia abajo en la silla, y cerró los ojos mientras él le masajeaba las plantas de los pies.
—Se te da muy bien. Aunque por lo general no me importa estar de pie tantas horas, últimamente me duelen bastante.
—Estás embarazada.
—Sí, eso había oído —Paula abrió un ojo, y sonrió—. Oye, ¿dónde has aprendido a dar masajes en los pies?, ¿te lo enseñó una de las muchas mujeres con las que has salido desde el divorcio, o ya sabías hacerlo cuando estábamos casados y me ocultaste esa información?
—Tomé clases por Internet —bromeó él—. Relájate y disfruta.
—A lo mejor empiezo a gemir.
—No te cortes.
Paula se rindió al lento masaje. Había algo erótico en el hecho de que Pedro le acariciara los pies desnudos, o quizás era el hecho de que, cuando él se concentraba en los dedos, su talón siempre acabara presionando contra su…
«No vayas por ahí», se dijo con firmeza. Al menos, no aquella noche… y quizás nunca. No habían vuelto a acostarse juntos, aunque no era sorprendente, teniendo en cuenta la montaña rusa emocional de las últimas semanas. En ciertos aspectos se llevaban mejor que nunca, pero en otros él le resultaba un verdadero desconocido; y a pesar de todo, ella se pasaba las noches en vela, deseando tenerlo a su lado.
—¿Cuándo va a mudarse Dani? —le preguntó, tanto para cambiar el rumbo de sus pensamientos como por genuino interés.
—En cuanto encuentre un sitio donde vivir. Martín se queda con el piso, porque tiene un acceso adaptado para minusválidos.
—Podría quedarse aquí mientras busca algo fijo —Paula abrió los ojos al notar que sus manos se detenían—. ¿Qué pasa?
—¿Lo dices en serio?
—Claro, tengo un dormitorio libre —dijo, indicando con un gesto su acogedor dúplex—. Dani necesita tiempo para recuperarse, y yo no necesitaré la habitación hasta que nazca el bebé —con una sonrisa, añadió—: Además, seguro que se siente tan agradecida, que me ayudará a pintar antes de irse.
—Creo que es una buena idea. Le he ofrecido que se venga a mi casa, pero no quiere.
—Sería como volver al hogar familiar. Yo preferiría irme a vivir con una amiga a quedarme con una de mis hermanas, no soportaría el recuerdo constante de que mi vida ha seguido un camino tan diferente al suyo.
Pedro  dejó su pie derecho, tomó el izquierdo y le subió un poco los vaqueros después de quitarle el calcetín.
—Eso es algo que ya no te preocupa, ¿no? —le preguntó.
Paula se relajó, y se sumergió en el placer que le causaba la suave presión de sus dedos en el talón antes de contestar.
—A veces sí. Fui un verdadero fracaso antes de darme cuenta de que lo que quería era ser chef, y hasta dejé la universidad. Me pasé dos años en Pullman, creyendo que quería ser veterinaria, pero no podía con las clases de ciencias.
—Pero te centraste y viniste a Seattle.
—Sí, claro. Me fui de Spokane porque mis padres se cansaron de costearme mis fracasos, y durante el primer mes tuve que dormir en mi coche porque no tenía dinero.
—Más razón aún para estar orgullosa de todo lo que has conseguido.
—Sí, tienes razón. Mis padres están muy contentos con mi trabajo —aunque no tanto con el bebé… no, aquello no era justo, sus padres estaban muy felices con la llegada de otro nieto.
—Tendrías que invitarlos a venir —le dijo Pedro.
Ella abrió los ojos y se lo quedó mirando con expresión incrédula.
—Estás de broma, ¿no?
—¿Por qué no? Así podrían verte trabajando en el restaurante, y visitar la ciudad.
—Venga ya, como si no tuviera bastante con todo lo que está pasando en mi vida en este momento. Y que ni se te ocurra llamarlos.
—Hace mucho tiempo que no hablo con ellos —dijo Pedro, con una sonrisa.
—Claro. De todas maneras, mi madre va a venir cuando dé a luz —aquello podía acabar siendo una suerte, teniendo en cuenta que Naomi se estaba planteando irse—. Familias. ¿A quién se le ocurrió la idea?
—Paula, sabes perfectamente bien que adoras a tus padres.
—Sí, son fantásticos. Y también adoro a mis hermanas. Me gustaría que no fueran tan perfectas, pero puedo soportarlo.
—Voy a tener que contarle a Dani lo de su padre.
—¿Vas a decirle que no es una Alfonso?
—Sí. Me ha comentado que quiere tener una larga charla con Gloria y preguntarle por qué no la ha ascendido en la empresa, y estoy seguro de que esa conversación no va a resultar nada agradable.
—Es mejor que se entere por ti que por Gloria, Dani sabe lo mucho que la quieres.
—Sí, pero sigo sin querer ser yo quien se lo diga. Va a dolerle mucho, y ya tiene que soportar bastante. He decidido esperar una semana más o menos, para dejar que recupere un poco la normalidad.
—No esperes demasiado.
—No lo haré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario