sábado, 27 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 48

—No te dejaría sin más, antes me aseguraría de que tuvieras a alguien que te ayudara con el bebé y con el restaurante.
—Yo estaré bien, no te preocupes por mí.
Le parecía imposible pensar en la posibilidad de que Zaira se fuera. ¿Con quién iba a hablar en medio de la noche, cuando no pudiera dejar de llorar después de ver una película triste?, ¿quién iba a entender que no había que comer M&M's azules en los días pares del mes?, ¿quién iba a estar junto a ella en el parto, y durante las primeras semanas de vida del bebé?
Zaira soltó un juramento, y se levantó de golpe.
—¿Qué pasa? —le preguntó Paula.
—Estás llorando.
—No pasa nada, es algo hormonal —protestó, mientras se sorbía la nariz.
Cuando ella también se levantó, Zaira rodeó la mesa y se fundieron en un abrazo.
—Eres la mejor amiga que he tenido en toda mi vida, nunca lo olvides —susurró Zaira.
—Lo mismo digo.
—¿Lo ves?, por eso el amor es un asco. Si no te quisiera, no me importaría tener que irme.
—Si no me quisieras después de todo lo que hemos pasado juntas, te tiraría un cuchillo de cocina a la cabeza.
Dani fulminó a Pedro con la mirada, y le dijo:
—No puedo creer que me ocultaras durante todo este tiempo que tenías una hija —entornó los ojos, y añadió—: Agustín y Federico lo sabían, ¿verdad? Ustedes siempre se apoyaron.
pedro rodeó a su hermana con un brazo, mientras caminaban por el aparcamiento del campus de la Universidad de Washington.
—Por si hace que te sientas mejor, no sabía que ellos se habían enterado. Creía que era un secreto.
—Sí, claro. De verdad, es como vivir en un culebrón, y no hago más que esperar que de un momento a otro empiece a oírse una profunda voz masculina de fondo. «Mientras Dani permanece ajena a la existencia de la hija ilegítima de su hermano, Camila se enfrenta al cáncer; aunque Dani es ******* por haberse casado con un impresentable como Martín, claro. Continuará después de la publicidad». Me saca de quicio.
—¿La profunda voz masculina?
—No, tú. ¿Hay más secretos?
Pedro  pensó en uno enorme, pero no podía contárselo en ese preciso momento, porque Dani ya tenía bastante.
—No sabía que Federico y Agustín me habían oído discutiendo con Gloria sobre Camila, no te oculté la información a tí en concreto.
—Pero no me lo contaste al enterarte de que ellos lo sabían.
—Ya tenías bastantes preocupaciones.
—Pedro, soy una mujer adulta, puedes dejar de protegerme del mundo.
—Lo siento, forma parte de mi trabajo.
Dani enlazó el brazo con el suyo, y se apoyó contra él antes de decir:
—Eres un buen hermano mayor.
—Gracias.
Pedro apreciaba el cumplido, pero no estaba seguro de habérselo ganado. Paula le había aconsejado que le contara toda la verdad a Dani y pensaba hacerlo pronto, pero no aquel día en concreto.
—¿Estás segura de lo que vas a hacer? —le preguntó.
—Completamente —respondió ella, mientras le daba una palmadita al bolsillo de su chaqueta—. No voy a pagarle a nadie para que le lleve los documentos a Martín, pudiendo hacerlo yo; además, quiero ver la expresión de sus ojos, porque no me espera. Provocarle un poco de incomodidad no es una venganza demasiado satisfactoria, pero es la única que voy a conseguir —miró su reloj, y añadió—: Ahora tiene horario de oficina, a lo mejor está reunido con algún estudiante. Eso le daría emoción al asunto.
—Lo siento —dijo Pedro, sin saber cómo ayudarla.
—No te preocupes. Aunque no me gusta cómo se ha portado Martín conmigo, ya no pienso seguir cuestionando el divorcio. Aún estoy furiosa; al fin y al cabo, le entregué una buena parte de mi vida, y saber que él cree que ya no estoy a su altura hace que quiera pasar con el coche por encima de todas sus cosas. Prácticamente me absorbió la vida, y ahora se está portando como si fuera muy noble. Aunque la verdad es que hace tiempo que no lo quiero.
Aquello era un alivio. Ya era bastante malo que Dani tuviera que pasar por todo aquello, pero si se le hubiera roto el corazón, la situación habría sido mucho peor.
—A lo mejor te gusta volver a ser soltera —comentó él.
—Estoy deseándolo —admitió ella, con una sonrisa—. Pasé directamente de la residencia de estudiantes de la universidad a la vida de casada, así que nunca he tenido una casa sólo para mí.
—¿Sabes ya dónde vas a vivir?
—No. En parte, me gustaría que fuera Martín quien se mudara, porque todo esto fue idea suya, pero es difícil encontrar pisos accesibles para minusválidos —giró hacia la izquierda, y añadió—: No me gusta ser la que sufre todas las molestias, porque fue él quien tomó la decisión de que nos divorciáramos —Dani sacudió la cabeza—. Vamos a cambiar de tema. El campus tiene buen aspecto.
Pedro  miró a su alrededor. La primavera había llegado, y había tulipanes en flor por todas partes. El suelo estaba húmedo debido a la lluvia reciente, pero el cielo estaba despejado y tenía un brillante tono azul.
—Tengo un montón de recuerdos de este sitio —comentó.
—Me imagino las fiestas y las chicas de las que disfrutaste, pero yo me limité a estudiar, por supuesto —dijo Dani.
Pedro soltó una carcajada.
—Sí, claro. Me acuerdo de haber recibido más de una llamada tuya, porque no querías volver conduciendo a la residencia después de una fiesta.
—Oye, al menos no me puse al volante después de beber alcohol.
—¿Acaso me quejé alguna vez?
—Me acuerdo de que en una ocasión oí una voz femenina bastante molesta de fondo, mmm… ¿sería Paula?
—A lo mejor.
—Es una persona fantástica.
—Ya lo sé.
—Están haciendo un trabajo estupendo en el Waterfront.
—Eso sí que lo siento —comentó él, lanzándole una mirada—. No el éxito que estamos teniendo, sino que Gloria no te ofreciera a ti el restaurante.
—No te ofendas, pero yo también lo siento. En fin, ya está hecho. En cuanto acabe con lo del divorcio y me mude, voy a tener una larga charla con Gloria para dejarle las cosas claras. O me da algo más, o me largo.
—¿Estarías dispuesta a dejar la empresa? —le preguntó Pedro, sorprendido.
—Pues claro. Es por aquí —añadió, mientras señalaba hacia unas escaleras.
Lo condujo hasta el segundo piso, tomó un pasillo y se detuvo frente a una de las puertas cerradas. Intentó girar el pomo, pero no se movió.
—Está cerrada con llave… pero estamos en el horario de visitas, ¿no? —Dani leyó el rótulo que había junto a la puerta para comprobar las horas en las que Martín estaba en su despacho, y comentó—: Qué raro —escuchó con atención durante unos segundos, y llamó a la puerta—. ¿Martín?—al oír un sonido ahogado seguido de un golpe, se volvió hacia Pedro y le dijo—: Vale, todo esto me huele muy mal.
—Quizá sea mejor que nos vayamos —comentó él, que empezaba a tener un mal presentimiento con todo aquello.
La boca de Dani se tensó mientras ella rebuscaba en su bolso.
—Ni hablar. Maldita sea, si ese malnacido… —sacó un llavero, seleccionó una de las llaves y la metió en la cerradura.
—Creo que es mejor que no sepas lo que pasa, vámonos —insistió Pedro, mientras la agarraba del brazo con suavidad.
—¿No crees que tengo derecho a saberlo? —le dijo ella con firmeza, antes de zafarse de su mano y de abrir la puerta sin más.
Martín estaba en su silla de ruedas con la camisa abierta, y a su lado había una muchacha joven, probablemente una estudiante, que tenía el pelo alborotado y que estaba acabando de abrocharse la blusa.
—Dani… —dijo Martín con cautela, obviamente sorprendido—. No sabía que ibas a venir.
—Eso es obvio —Dani miró a la pareja durante unos segundos, antes de decir—: Así que quieres el divorcio porque has crecido como persona, ¿no? Si ésta es tu idea de lo que supone el crecimiento personal, no me interesa, porque a mí me parece que se trata de ser un insignificante y mezquino adúltero. Pero yo sólo trabajo en el sector de la restauración, así que seguramente no puedo entender un concepto tan complejo. Me pregunto lo que va a decir la jefa de tu departamento cuando se entere de que tu relación con los estudiantes es demasiado estrecha —le entregó los documentos, y añadió—: Aquí tienes lo que querías.

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