sábado, 20 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 16

Pedro entró en la cámara frigorífica, donde estaba el bote que Federico le había llevado. El sorbete de naranja parecía algo que no encajaba demasiado con los gustos de Paula, pero Zaira estaba demasiado contenta con Federico para mentirle, así que sacó el envase y lo puso encima del mostrador.
—Me he enterado de que te gusta esto, es mi forma de agradecerte que hayas hecho un trabajo tan fantástico esta noche.
Paula  retrocedió un paso.
—¿Quién te ha dicho que lo compraras?
—Zaira. Creo que se sentía mal, porque estabas amenazando con matarme.
Paula agarró un bol y una cuchara.
—Sólo he amenazado con sacarte el hígado de cuajo, no es lo mismo.
—La diferencia es muy sutil.
—¿Quieres un poco?
—No, gracias. No es mi sabor preferido.
—Genial, así queda más para mí.
Paula llenó el bol, y después empujó el bote hacia Pedro para que volviera a guardarlo. Cuando volvió a salir de la cámara frigorífica, ella se había sentado encima del mostrador de acero inoxidable y estaba devorando con expresión de felicidad el sorbete, que tenía un color naranja más que sintético.
—¿No sería mejor que te bebieras un zumo? —le preguntó.
—No es lo mismo.
—Si tú lo dices… —Pedro se apoyó en el mostrador frente a ella, y añadió—: lo has hecho muy bien esta noche.
—Gracias, lo mismo digo.
Él soltó una carcajada.
—Vaya, qué amable. ¿Aún sigues enfadada?
—Se me ha pasado un poco, porque todo ha salido bien —levantó la vista hacia él, y le dijo—: Pedro, soy buena en mi trabajo, por eso me contrataste.
—Ya lo sé.
—Entonces, mantente apartado de mi camino. ¿Acaso voy yo al comedor a decirte cómo tienes que doblar las servilletas?
—Mi trabajo no sólo consiste en eso.
—Ya me entiendes.
—Perfectamente. La cocina es responsabilidad tuya.
—Menos las ratas.
—Vale, las ratas son mías.
—Me ha sorprendido que Gloria no viniera —comentó Paula, mientras chupaba la cuchara.
—Vino ayer noche.
—Sí, ya lo sé.
—¿Acaso te molestó? —le preguntó él, con el ceño fruncido.
—¿Acaso estaba respirando? —bromeó ella.
—¿Quieres hablar del tema?
—No, la verdad es que no. Siempre fue una mujer muy fría, y no ha cambiado. Yo no le caía demasiado bien cuando estábamos casados, aunque nunca esperé que fuéramos uña y carne.
—Tampoco es mi persona preferida.
—Eso es un poco triste —comentó ella.
—¿Por qué?
—Porque es familia tuya. Tus padres ya no están, así que es el único miembro con vida de una generación anterior. Es una lástima que no permita que la quieran.
Como su situación familiar no había cambiado en nada desde que Paula y él se habían divorciado, su valoración era muy acertada.
—Creo que necesita un buen revolcón —añadió ella.
—Por favor, dime que no estás hablando de Gloria —dijo Pedro, con una mueca.
—Hablo en serio. ¿Cuándo fue la última vez que se acostó con alguien?
—Me niego a planteármelo siquiera.
—No te estoy pidiendo que te quedes a mirar en su habitación, pero creo que se siente sola, y me parece muy triste.
—Estás siendo más comprensiva de lo que se merece.
—Como casi nunca tengo que tratar con ella, supongo que me resulta más fácil, aunque la verdad es que anoche me puso de los nervios.
—¿Qué te dijo?
—¿Quién dijo qué? —le preguntó Federico, al entrar en la cocina con Zaira—. Dani y Martín se han ido, nos han pedido que os demos las buenas noches de su parte. Nosotros también nos vamos.
—Gracias por venir, cielo —le dijo Paula.
—Lo mismo digo, chica de los cuchillos —respondió Federico. Se acercó a ella, y le dio un beso en la mejilla.
—Buenas noches, Zaira.  Nos vemos mañana —le dijo Paula a su amiga, con una enorme sonrisa.
—Aquí estaré, bien temprano y fresca como una rosa.
Federico la rodeó con un brazo, y comentó:
—Estará aquí temprano, pero creo que tu asistente no va a dormir nada esta noche.
—Me gusta eso en un hombre —comentó Zaira, sonriente. Al pasar junto a Pedro, le dio una palmadita en el brazo y le dijo—: ¿quieres saber cuántas veces lo hicimos anoche?
—Ni aunque me pagaran.
Federico y Pedro apretaron un puño respectivamente, y los chocaron en un gesto de saludo.
—Adiós —dijo Federico, antes de marcharse con Zaira.
Cuando la puerta principal del restaurante se cerró, Paula sonrió y se volvió hacia Pedro.
—¿Crees que esperarán a llegar a casa de Federico, o van a hacerlo en el coche?
—¿Qué te pasa?, esta noche no dejas de hablar de sexo —Pedro se preguntó si a ella le picaba algo, y admitió para sí que estaba más que dispuesto a rascarle. Después de tanto tiempo, Paula aún podía afectarle sólo con estar en la misma habitación que él—. Cualquier otro podría pensar que estás lanzando una invitación.
—Ni lo sueñes. Ésta es mi cocina, y sé dónde están todos los cuchillos. Lo que pasa es que es interesante especular un poco… vale, admito que sobre Gloria no, porque no quiero ni imaginármela desnuda, pero Federico y Zaira son diferentes. Parecen decididos a batir el récord de parejas en una sola vida.
—¿No crees que eso pierde atractivo después de un tiempo?
—¿Estás diciendo que el sexo se vuelve aburrido?, qué interesante —dijo ella, con un brillo juguetón en los ojos.
—No, lo que estoy diciendo es que cambiar de pareja constantemente puede dejar de ser atractivo. Dejé de contar el número de mis conquistas a los veintidós años, el sexo es más divertido cuando estoy metido en una relación.
Nunca había tenido ninguna queja en lo referente a Paula, porque había sido una pareja cariñosa y receptiva, y lo bastante atrevida como para sorprenderlo con cosas nuevas.
—Creo que los dos lo hacen porque pueden —comentó ella—. Dudo que Zaira haya conocido a algún hombre que no la deseara, y Federico es… Federico. Las mujeres lo persiguen.
—Tú no.
—Ya lo sé, siempre lo he considerado un amigo.
—¿Y después de que nos divorciáramos?
Pedro se había preguntado más de una vez si su hermano le habría ofrecido consuelo a su ex mujer, y aunque se había dicho a sí mismo que no era posible y que ninguno de los dos sería capaz de hacerle algo así, lo cierto era que Federico no seguía las normas y Paula había estado deseando poder vengarse.
—¡Puaj! —exclamó Paula, con una mezcla de sinceridad y de indignación—. ¿Por qué iba a querer acostarme con tu hermano?, es como si tú lo hicieras con Zaira.
—No, gracias.
—A eso me refiero. Además, jamás te habría hecho algo así.
—¿Por qué?, pensaba que me odiabas con todas tus fuerzas.
—Sí, pero no quería castigarte.
Pedro recordó las peleas que habían tenido, y las cosas que ella le había dicho.
—Pues parecía todo lo contrario.
Paula dejó el bol vacío encima del mostrador. Él no lo había entendido en aquel entonces y dudaba que lo entendiera en ese momento, pero lo cierto era que no había querido castigarlo. Lo que había querido era que él lo entendiera, que la amara lo suficiente como para querer tener un hijo con ella. Ella había deseado que formaran una familia.
En el fondo de su corazón, creía que él la había querido, pero que había tenido miedo de mostrar su parte más tierna debido a la forma en que Gloria los atacaba ante la más mínima muestra de debilidad emocional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario