sábado, 20 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 19

La expresión de Pedro se mantuvo inmutable, pero como siempre, su boca lo delató. Sus labios se apretaron en una fina línea de desagrado, y en su mandíbula apareció un tic nervioso.
—Felicidades.
Aquella sola palabra contenía todo un mundo de rabia, y Paula  se obligó a no reaccionar. Había sabido que la noticia le impactaría, y lo más sensato sería darle al pobre hombre unos segundos para que la asimilara.
—Gracias.
—No sabía que estabas saliendo con alguien.
Al ver que su boca se tensaba aún más, Paula supo con casi total seguridad que estaba pensando en el beso que habían compartido.
—No lo hago. No hay nadie en mi vida en este momento.
—¿Qué pasa con el padre del bebé?
—No está involucrado.
Cuando él la miró con enfado y desaprobación, Paula se indignó.
—Mi embarazo no tiene nada que ver contigo, y soy perfectamente capaz de realizar mi trabajo. Ya han pasado varios siglos desde la época en que las mujeres tenían que retirarse de la vida pública cuando esperaban un hijo.
—Que puedas hacer o no tu trabajo es lo que menos me importa.
Pedro se levantó, y cuando se acercó a ella, Paula se apresuró a ponerse en pie para quedar a su altura… más o menos.
—Me ocultaste esta información de forma deliberada cuando te ofrecí el trabajo —la acusó.
—No lo mencioné porque sabía que reaccionarías de forma irracional al enterarte.
—Mi reacción no es irracional, estoy furioso. ¿De cuánto estás?
—De cuatro meses —Paula lo fulminó con la mirada, y añadió—: mi embarazo no afecta a mi habilidad culinaria.
—Tienes que estar de pie durante doce horas al día, y no puedes hacerlo estando embarazada. ¿Cómo vas a arreglártelas cuando tengas que probar los platos?, ¿no hay ciertos tipos de pescado que deberías evitar? ¿Qué pasa con el vino?
—Puedo probar tanto el vino como la comida, un bocado o un trago no son problema. Soy perfectamente capaz de hacer bien mi trabajo, así que deja de presionarme.
Pedro se cernió sobre ella, y le dijo con voz furiosa:
—Me mentiste y me ocultaste información importante. Ambos sabemos que puedo ponerte de patitas en la calle.
Paula  abrió la boca, pero volvió a cerrarla al darse cuenta de que tenía razón. Si un empleado le hubiera mentido a ella sobre algo tan gordo, le despediría sin pensárselo dos veces.
—Soy la razón del éxito de este restaurante, y hago un buen trabajo —le dijo, en voz deliberadamente baja—. Sí, puedes echarme, pero ¿qué harás después?, ¿crees de verdad que el local sobrevivirá al perder a la chef a las dos semanas de la inauguración? —lo miró a los ojos, pidiéndole con la mirada que la comprendiera, y añadió—: He pensado en todo, y puedo hacer mi trabajo estando embarazada. Pedro, estamos juntos en esto, no lo estropees.
—No finjas que somos un equipo, después de ocultarme un secreto así. ¿Hay algo más que tengas que decirme?
—No.
—Muy bien. Volveré dentro de un par de horas.
—Pero acabamos de abrir, van a empezar a llegar los clientes.
—¿Y qué? Según tú, has pensado en todo. Arréglatelas como puedas —sin más, se volvió y salió del despacho.
Pedro condujo sin pensar, y no se sorprendió cuando se encontró delante del bar que dirigía Federico. Después de darle las llaves al aparcacoches, entro en el abarrotado local.
No entendía qué demonios estaba pasando, y apenas podía asimilar el hecho de que Paula estuviera embarazada. Sabía que ella siempre había querido tener hijos, se lo había dejado claro muchas veces, pero ¿por qué en ese preciso momento?
Le hizo un gesto a su hermano, que estaba detrás de la barra, y éste le dijo algo a una de las camareras que estaban ayudándole a servir y se apresuró a acercarse a él.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
En vez de contestar, Pedro fue hacia la oficina de su hermano, entró sin contemplaciones y cerró la puerta cuando Federico entró tras él.
—Sabías lo del bebé, ¿verdad? —le dijo, en tono de afirmación.
Federico  pareció sorprendentemente indiferente.
—Así que por fin te lo ha dicho, ¿no? Le advertí que no te sentaría nada bien, y parece que no me equivoqué.
—Claro que no me ha sentado bien. ¿Cómo demonios ha pasado?, ¿la animaste tú?
—Oye, cálmate. ¿A ti qué más te da si Paula se ha quedado embarazada?, hace mucho tiempo que renunciaste a ella.
—Eso no tiene nada que ver —le traía sin cuidado con quién se acostaba su ex mujer, o lo que hacía con su vida personal. Lo que lo enfurecía era que se hubiera quedado embarazada.
Federico se apoyó en su desordenada mesa, y comentó:
—Mira, no es para tanto. Paula llevaba mucho tiempo pensando en tener un hijo, siempre quiso formar una familia.
Pedro sabía el tiempo exacto que ella llevaba pensándolo. No tenía ni que cerrar los ojos para verla acurrucada contra él en el sofá, con la mano apoyada en su muslo mientras se inclinaba y le susurraba: «Pedro, vamos a intentarlo otra vez. Quiero que tengamos un hijo».
—Cuando cumplió los treinta, pensó que lo mejor sería ponerse manos a la obra —añadió Federico.
Pedro lo agarró por la parte delantera de la camisa.
—¿Fuiste tú?, ¿te acostaste con ella?
Su hermano, que normalmente tenía una actitud muy despreocupada, se tensó de inmediato y le cubrió la mano con la suya con fuerza amenazadora.
—Voy a darte cinco segundos para que lo retires, si no quieres que te haga puré —gruñó.
—¿De verdad crees que podrías?
Los dos permanecieron mirándose desafiantes durante unos segundos, pero finalmente fue Federico el que cedió. Soltó a Pedro y levantó las manos.
—Nadie se acostó con Paula, la cosa no fue así.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Pedro, antes de soltarlo.
—No hay ningún amante, fue a un banco de esperma. Ya sabes, uno de la columna A, otro de la columna B. Eligió el esperma de una lista informatizada. Yo pensé que era una tontería no hacerlo de la forma tradicional, pero ella lo prefirió así —Federico le dio un golpecito en el pecho, y añadió—: ¿por qué no te ha dicho ella lo de la fecundación in vitro?
Pedro se encogió de hombros, y Federico le dio otro golpe.
—No has dejado que se explicara, ¿verdad? Has preferido creer lo que te ha dado la gana. Maldita sea, Pedro, ¿por qué siempre tienes que pensar lo peor de todo el mundo?
—No lo hago.
—Sí, claro, eres todo un rayo de sol. Deberías confiar en que los demás hagan lo correcto, y Paula nunca se liaría con un tipo capaz de abandonar a un niño, ¿de acuerdo?
Pedro retrocedió un paso, sin saber cómo contestar a aquello. Federico había dado justo en el clavo. Eso era lo que no podía soportar… la idea de un hombre abandonando a su propio hijo. Un hombre tenía opciones, las opciones que él no había tenido a los diecisiete años.
—Es verdad, tienes razón. Eh… gracias por explicarme la situación.
Federico volvió a apoyarse en su mesa, y se cruzó de brazos.
—¿Sabes que eres un desastre?
—Sí, lo tengo bastante claro.
—Todos lo somos, gracias a Gloria —Federico sacudió la cabeza—. Vaya zorra. Las cosas que nos obligó a hacer, sus constantes amenazas… tantos jodidos secretos —miró a Pedro y le dijo—: Paula quiere tener ese bebé, y será una buena madre.

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