martes, 16 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 80

-Es increíble, ¿verdad? -musitó Pedro , bebiendo otro trago de café en la reunión ritual de la mañana con Lucía  y Andy en el cibercafé-. Pierdo al amor de mi vida dos veces, y en ambas ocasiones por el mismo hombre... su padre.
Y la ironía era que ni siquiera tenía parentesco con ese hombre.
-Si de verdad amas a Paula, tienes que luchar por ella -aseveró Lucía.
-Lo haría, si tan sólo pudiera tener la certeza de que va a librarse del senador para siempre -temía que una vez que lo confrontara, con la doble vida que había mostrado, el político utilizara los sentimientos de Paula en su contra y encontrara un modo de mantener su lealtad-. No importa - murmuró, bebiéndose el resto del café-. Puedo vivir sin ella.
-¡Idiota! -Andy le lanzó una mirada seria
Éste no es el momento de levantar la coraza. Al menos no con Paula Chaves. No se trata de una mujer más. Es la mujer para ti. Así que mueve el trasero y haz algo para que entre en tu vida de forma permanente.
-¿Quién ha muerto y te ha nombrado jefa?
-No, esta vez, no -replicó Andy-. No vas a arrastrarme a una batalla verbal para distraerme. Hablo en serio.
-Andy, Manuel y yo queremos que seas feliz - Lucía esbozó una amplia sonrisa, sin duda porque ella era feliz. De pronto plantó ante su cara una mano adornada con un diamante considerable-. Manuel me va a convertir en una mujer honesta.
-¿se van a casar? -Pedro se puso de pie, rodeó la mesa y levantó a Lucía para darle un abrazo-. Espero que te des cuenta de que me lo tienes que agradecer a mí.
-Como te descuides -comentó Andy-, también se atribuirá el mérito de la Navidad.
Pedro  le dio un beso aLucía en cada mejilla y no le hizo caso a Andy.
-No permitas que Paula  se escape -musitó Lucía.
-Lo consultaré con la almohada -prometió-. Si puedo dormir con esta dosis de cafeína, claro.
Andy puso los ojos en blanco.
-No tientes tu suerte, Alfonso, o... te arrepentirás.
Pedro se inclinó y también le dio un beso a ella.
Al subir al estudio, recordó las últimas palabras de Paula después de que la policía les hubiera tomado declaración y los hubiera dejado libres para marcharse: «Necesito ver a mi padre antes de que todo esto le estalle en la cara».
Se preguntó cuánto tiempo más iba a tener que venderse hasta que el senador le diera lo que evidentemente necesitaba de él.
-¿De qué se trata? Buenas noticias al fin, espero -exigió saber el senador Miguel Chaves al entrar en el estudio a primera hora del domingo-. ¿Se ha podido contener el problema?
Delfina... un problema a ser contenido...
Volviéndose de la ventana del lugar que había sido su único hogar durante veintiocho años, Paula  se encaró con el hombre al que había llamado padre toda la vida y se preguntó si éste sentía algo por alguien. Supuso que tenía sentimientos por Patricia Lavander, aunque también a ella la había traicionado.
Él se había vendido por ambiciones políticas. . Su madre se había vendido para conseguir un padre para el bebé que esperaba. Y supuso que Patricia Lavander se había vendido para quedarse con el hombre al que amaba. O quizá sólo había querido que la mantuviera en circunstancias cómodas.
A pesar de lo que ya sabía en ese momento, seguía sin entenderlo. ¿Cómo había podido ese hombre vivir una mentira durante tantos años sin verse afectado? Ella había sido una niña vulnerable y luego una joven vulnerable enredada en sus mentiras. ¿Qué había pasado por su cabeza cada vez que lo había llamado padre?
-¿No sientes nada por mí? -preguntó.
Él apretó el cinturón de la bata y la miró ceñudo.
-¿Es el motivo por el que me has hecho levantarme tan pronto una mañana de domingo? ¿Para interrogarme?
-De hecho, he venido para ofrecerte una advertencia. Pero primero quiero que sepas que Delfina está a salvo y con mamá en un hotel... siempre y cuando ella te importe algo.
-Claro que me importa. Es mi hija.
Paula  tragó saliva.
-Y Hernán está arrestado.
-¿Por qué motivo? -preguntó impertérrito.
-Intento de asesinato. Delfina y yo nos interponíamos entre tú y él y ya no fue capaz de soportarlo.
A pesar de los motivos que Hernán  había ofrecido sobre ascender en el partido demócrata, Paula  sabía que sólo eran síntomas de la verdadera enfermedad: el senador Miguel Chaves. Hernán  había estado consumido por el deseo de demostrarle la valía a su padre. Por desgracia, había recurrido a las drogas para espolear su ego, su valentía.
-¿Qué es lo que sabes? -gruñó él.
-Todo -respondió-. Bueno, todo lo que sabía Hernán. ¿Cómo puedes criar a una niña como si fuera tuya, senador, sin ser siquiera su padre?
-¿Senador?
-Seamos honestos.
Unos segundos de pausa.
-Pero la gente no sabe que no soy tu verdadero padre -respondió, confirmándolo-. Si juntamos nuestras cabezas, podremos salvar esto, Paula...
-¡Al infierno los demás! -y al infierno él, aunque no lo dijo-. La gente lo sabrá todo en cuanto los medios descubran la historia .Yo no pienso hacer nada para detenerla porque ya no trabajo para tí...

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