martes, 30 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 55

—No sé qué decir —le dijo ella con una tímida sonrisa—. Gracias.
—De nada, me alegra haber podido ayudarte.
—¿Te dolió cuando te sacaron la médula ósea?
—Estaba anestesiado. Me quedaron un par de moretones, pero nada del otro mundo. Tú eres la que lo está pasando peor.
—Estuve bastante mal durante unos días, la quimio es muy dura. Pero ya está, y me siento mucho mejor.
Camila estaba sentada en la cama, encima de las sábanas. Llevaba unos pantalones de colores alegres, y una camisa azul de manga larga. Tenía vías intravenosas en el pecho y en el brazo.
—Deberíamos sentarnos —dijo Tracy, antes de poner un par de sillas junto a la cama.
Pedro se sentó en la que estaba más cerca de Camila, maravillado por lo hermosa que era su hija. Ya la había visto antes, claro, pero siempre desde cierta distancia. En ese momento estaba lo suficientemente cerca para ver el color de sus mejillas, y el pequeño lunar que tenía a un lado del cuello.
—Tengo entendido que estás en el último año de instituto —le dijo.
—Sí —Camila suspiró, y comentó—: seguramente voy a perderme la ceremonia de graduación. Aunque para entonces ya esté mejor, habrá mucha gente y tengo que evitar las multitudes durante los próximos seis meses. Voy a ir a la UW… la Universidad de Washington.
—Yo también fui allí —le dijo Pedro.
—¿En serio?, ¿qué estudiaste?
—Administración y Dirección de Empresas.
—Ah. Yo quiero estudiar Derecho, y especializarme en Derecho Medioambiental. Ya sabes, para salvar el planeta y todo eso.
Pedro se dio cuenta de que ella era lo bastante joven como para pensar que eso era posible, y él estaba lo bastante fascinado como para pensar que podía conseguirlo.
—No empezaré hasta enero por el problema de las multitudes, pero mi madre ha hablado con los de admisiones y le han dicho que puedo cursar varias asignaturas a través de Internet, así que tendré los mismos créditos que todo el mundo cuando por fin pueda ir.
—¿Me irás contando cómo te va todo? —le preguntó Pedro.
—¿De verdad te interesaría?
—Cielo, acaba de salvarte la vida —le dijo Tracy a su hija—. Creo que ha invertido en tu futuro.
—Claro, no me lo había planteado desde ese punto de vista. Vale, te iré contando qué tal voy, ningún problema. ¿Tienes correo electrónico?
Pedro asintió.
—Yo también, me encanta. Y también la mensajería instantánea, me moriría si no los tuviera además de mi móvil para poder estar en contacto con todos mis amigos. Mamá me deja hablar con ellos siempre que quiero, y como nos apuntamos a una oferta de llamadas locales ilimitadas y mis amigos también, pues… —Camila se detuvo, y comentó—: supongo que no te interesa nada de todo eso.
Claro que le interesaba. Pedro quería conocer todos los aspectos de su vida, y apenas podía creer que realmente estuviera allí, tan cerca de ella. Quería abrazarla y confesarle quién era, quería mostrarle Nueva York y Europa, y verla crecer y convertirse en una hermosa mujer. Pero sobre todo quería hacer retroceder el reloj, y poder verla desde el momento de su nacimiento.
De repente, se quedó inmovilizado por la mezcla del placer que sentía al estar junto a ella y del dolor por todo lo que se había perdido, y lo invadió una angustia que nunca antes había experimentado. Camila era una persona fantástica, y él no podía decir ni hacer nada para recuperar aquellos años.
—Oye, me resultas un poco familiar —le dijo ella, con el ceño fruncido—. Es difícil de decir con la mascarilla que llevas, pero al verte entrar he pensado… —miró a su madre durante unos segundos, y luego se volvió de nuevo hacia él—. ¿Te conozco?
Pedro había esperado aquel momento durante diecisiete años, y allí estaba… la oportunidad perfecta, el momento de decirle quién era.
Paula contuvo el aliento. Podía oír la conversación desde la sala de espera, y el anhelo de Pedro por estar con su hija era algo tangible. El amor irradiaba de él como el calor de una estufa. Había hecho lo correcto una y otra vez y allí estaba su recompensa, pero ella no pudo evitar el deseo de detenerlo.
La niña no tenía la culpa de nada, y nunca había mostrado ningún interés por conocer a sus padres biológicos. ¿Por qué decírselo en ese preciso momento? Era algo que la cambiaría para siempre, y era posible que no fuera para bien. Pero Pedro se había ganado aquel momento, y sin importar que estuviera bien o mal, iba a aprovecharlo.
—Me has visto anteriormente —dijo él, con voz cargada de emoción.
Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas. Miró a Tracy, y vió que la mujer estaba temblando de emoción. Seguramente la aterrorizaba perder una parte de su hija, que Camila le diera a su padre un pedacito de su corazón.
—Soy uno de los propietarios del Daily Grind, mis socios y yo hemos salido en algunos anuncios de televisión.
Paula parpadeó, y sintió que se le helaba el corazón en el pecho. ¿No iba a contarle nada más? Se preparó para oír las siguientes palabras de Pedro, y se quedó atónita cuando oyó a Camila.
—Ah, sí, es verdad. Ya sabía yo que me resultabas familiar.
Entonces comentó lo triste que estaba por perderse la ceremonia de graduación, pero que su novio le había prometido que saldrían a bailar en cuanto pudiera estar rodeada de gente; Pedro le preguntó si tenía alguna mascota, y la conversación continuó.
Tracy parecía tan asombrada como ella. ¿Qué era lo que había pasado?, ¿por qué había desperdiciado Pedro la oportunidad perfecta para decirle a Camila quién era?
La visita acabó un cuarto de hora después. Pedro prometió responder a los correos electrónicos de Camila, y ella prometió mantenerse en contacto; la joven encendió la tele antes de que salieran de la habitación.
Cuando la puerta estuvo cerrada, Tracy se volvió hacia Pedro y le preguntó en voz queda:
—¿Por qué no se lo has dicho?
—Quería hacerlo, pero he sido incapaz de pronunciar las palabras —admitió él, mientras se quitaba el equipo de protección—. Es una chica fantástica, y eso se  lo debe a Tom y a tí. Aún es muy joven, y no he querido poner su mundo patas arriba.
—Gracias —le dijo Tracy, antes de abrazarlo con los ojos llenos de lágrimas—. Podrías habérselo dicho, tenías todo el derecho de hacerlo. Nos la has dado dos veces sin pedir nada a cambio, no sé cómo pagarte un sacrificio tan enorme.
Paula luchó por contener las lágrimas. Cuando Pedro la miró y enarcó las cejas, ella se encogió de hombros.
—Son las hormonas —comentó.
Pedro le dio unas palmaditas tranquilizadoras a Tracy en la espalda, y finalmente ella se apartó un poco y le dijo:
—Debería volver con ella.
—Gracias por dejar que la conociera.
—Eres un hombre fantástico, Pedro. De verdad —Tracy se secó las mejillas, y después volvió a entrar en la habitación de su hija.
Pedro no dijo una sola palabra mientras iban a por el coche. Cuando salieron a la carretera, se volvió hacia Paula y le dijo:
—Ya sé que sólo son las tres de la tarde, pero necesito tomar un trago. ¿Quieres hacerme compañía?
—Claro. ¿Adónde quieres ir?
—A algún sitio tranquilo. ¿Qué te parece mi casa?
—Dale.
No volvieron a hablar hasta que llegaron. Paula entró tras él, y lo observó mientras se servía un whisky. Después de que se tomara un buen trago, se acercó a él y le puso una mano en el brazo.
—Has hecho una buena obra —murmuró.
—No sabes lo mucho que me ha dolido. Sólo quería que ella fuera mía, no podía dejar de pensar en todo lo que me he perdido al renunciar a ella, en todos los años que han pasado. Pero mira la vida que tiene con Tracy y con Tom, yo no habría podido hacerlo tan bien como ellos. No sé si lo conseguiría ahora, y mucho menos a los diecisiete años.
—¿Qué ha hecho que cambiaras de opinión?
—Darme cuenta de que querer a mi hija significaba desear lo mejor para ella —dijo Pedro, antes de tomar otro trago—. Está deseando ir a la universidad, y crecer para poder cambiar el mundo. Tiene unos padres fabulosos, no necesita que de repente yo irrumpa en su vida para cambiarlo todo.

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