jueves, 25 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 46

—La verdad es que no.
—¿Por qué?
—Porque no tiene importancia. Es una vieja amargada que quiere que todo el mundo a su alrededor se sienta igual de infeliz que ella, y yo me niego a dejar que lo consiga.
—Bien hecho —le dijo él. Se apartó para dejar pasar a un cocinero que acarreaba una enorme fuente de sopa de marisco, y comentó—: Supongo que lo mejor será que me quite de en medio.
—Sí —contestó ella, sin dejar de sonreír.
Sus ojos tenían un atractivo especial, eran tan hermosos… por no hablar de su sonrisa. Antes de que Pedro se diera cuenta de lo que estaba pasando, el deseo volvió a golpearlo con fuerza. Era gracioso, pero el ajetreo de la última semana… el enfado de ella, el bebé, todo lo demás… había hecho que se le olvidara; sin embargo, en ese momento se imaginó lo que sería acostarse con ella de nuevo. Desde luego, era un hombre muy retorcido, se dijo mientras se volvía para regresar a su despacho.
En ese momento, Zaira entró en la cocina y le dijo:
—Pedro, tienes visita, una tal Tracy no sé qué. ¿Sales con ella?, ¿tengo que quitarles el aire a las ruedas de tu coche?
—¿Tracy? —Pedro sólo conocía a una mujer con ese nombre—. ¿La madre de Camila?
Paula se acercó a él de inmediato, y le preguntó:
—¿Te visita con frecuencia?
—Casi nunca, la última vez fue cuando Camila se puso enferma. Quiso decírmelo en persona —Pedro sintió que se le encogía el corazón al pensar que quizás el cáncer había vuelto a aparecer.
No podía ser, se dijo con firmeza, mientras intentaba tranquilizarse. La había visto hacía menos de dos semanas en la función del instituto, y tenía muy buen aspecto. Sin ser consciente de lo que hacía, le agarró la mano a Paula.
—A lo mejor quiere conocerme —quizás su hija había decidido que quería saber algo sobre él, después de todos aquellos años.
Salió de la cocina sin soltarle la mano a Paula, y ella lo siguió sin saber qué hacer.
—No debería ir contigo —le dijo.
—Claro que sí. Yo estuve a tu lado en lo de la ecografía.
—No es lo mismo.
—Puede ser lo más parecido a lo que pueda llegar.
Pedro  reconoció a Tracy de inmediato, de pie junto a la maître, y soltó un juramento al acercarse a ella y ver su expresión de dolor y preocupación. No tenía delante a una mujer feliz, sino a una madre aterrada.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó, sin andarse con rodeos.
—Es Camila. Siento presentarme así, sin avisar, pero llamé a tu oficina y me dijeron que podría encontrarte aquí.
Pedro  se aferró a la mano de Paula con más fuerza, al darse cuenta de lo que pasaba. Sólo con ver a Tracy, supo la verdad.
—El cáncer ha vuelto a aparecer —dijo.
—Sí —le confirmó Tracy, palideciendo—. Hace semanas que aparecieron los primeros signos, pero parece que ella se ha estado esforzando por ocultárnoslos porque quería participar en la función del instituto. Se derrumbó cuando acabó la obra y le han estado haciendo pruebas, pero todos sabíamos…
Tracy se retorció las manos en un gesto de angustia, y tras varios segundos siguió diciendo:
—Como la enfermedad ha vuelto así, con tanta virulencia, quieren recurrir a algo más que a la quimioterapia… quieren hacerle un trasplante de médula ósea. He venido para preguntarte si estarías dispuesto a hacerte las pruebas de compatibilidad.
—Claro que sí, de inmediato. Puedo localizar también a Alison —aunque Pedro  no tenía ni idea de dónde estaba, sabía que sus padres aún vivían en Seattle.
—Gracias —dijo Tracy, con un estremecimiento—. La queremos tanto… es nuestra niña, y cuando la otra vez que se puso enferma se recuperó, todos nos sentimos esperanzados —tragó con dificultad, y añadió—: Pedro, te has portado fantásticamente bien con nosotros, nunca has intentado implicarte en su vida.
—Ella no quería saber nada de mí —a Pedro le dolió incluso pronunciar aquellas palabras.
—Ya lo sé, pero no estabas obligado a respetar sus deseos, y lo hiciste. Nos has pedido tan poco… Tom y yo hemos estado hablando, y creemos que a lo mejor ha llegado el momento de que te conozca.

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