jueves, 18 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 10

—Maldita sea, Dani, no me quedó otra opción. Sabes que no tengo ningún interés en volver al negocio y que no quiero trabajar para Gloria, pero si no aceptaba el empleo, el restaurante se habría ido al garete. Ninguno de nosotros quiere que eso pase.
—¡Ja! ¿A ti qué más te da?, estabas deseando largarte.
—A mí me da lo mismo —le dijo él con voz suave—, pero a ti sí que te importa. Federico se ha metido en el negocio, y puede que Agustín  quiera involucrarse también cuando se retire de los marines.
Dani tomó su cerveza, y dijo:
—Eres muy convincente, pero no has mencionado a los niños. Al fin y al cabo, todos querríamos que nuestros hijos heredaran la compañía en el futuro… aunque de momento ninguno de nosotros haya tenido descendencia. No me veo con niños en un futuro próximo y soy la única que está casada, pero la posibilidad no se puede descartar; al fin y al cabo, uno de vosotros podría meter la pata y dejar embarazada a alguna chica, y entonces tendríamos otra generación en el negocio familiar.
Pedro sabía que no podía culparla por la amargura que revelaban sus palabras, pero irónicamente, lo que su hermana acababa de decir había dado de lleno en la diana, aunque ella no lo supiera. Él había dejado embarazada a una chica y había tenido una hija diecisiete años atrás, pero Gloria era la única de la familia que lo sabía.
Al pensar en Camila, se preguntó si alguna vez estaría interesada en meterse en el negocio familiar, aunque ella no se considerara una Alfonso. Sabía que era adoptada, pero no parecía sentir ninguna curiosidad por sus padres biológicos.
—No voy a centrar mi vida laboral en el Waterfront —le dijo, antes de darle las gracias a Lucy por llevarle su cerveza—. Lo dejaré dentro de cuatro meses, y no tengo ningún interés en dirigir la compañía.
—Pues es una lástima, porque Gloria te la daría en bandeja de plata —comentó Dani, mientras se apartaba unos mechones de su pelo corto y oscuro y se los colocaba detrás de la oreja—. Es una mujer muy poderosa, y lo más normal sería que respetara el hecho de que yo sea igual de ambiciosa… aunque menos perversa, claro… pero le trae sin cuidado.
Antes de que a Pedro se le ocurriera una respuesta adecuada, Federico apareció junto a ellos.
—Hola, chicos… perdón, chico y chica.
—Tú ya lo sabías, ¿verdad? —le dijo Dani, fulminándolo con la mirada.
—¿El qué? —le preguntó Federico con expresión de inocencia, mientras se sentaba a su lado y la rodeaba con un brazo—. ¿Que soy el hermano más guapo? La verdad es que la competencia no es demasiado dura.
—Un día, tu ego va a desplomarse sobre la tierra y te va a aplastar como al bichejo insignificante que eres —le dijo Pedro.
—Lo dudo. Mi ramillete de bellezas me protegería.
—Cualquier cosa que cayera del espacio rebotaría en sus implantes, tienes que atacarle desde abajo —comentó Dani.
—En eso tienes razón —le contestó Pedro, con una enorme sonrisa.
—Pues claro —dijo Dani. Se zafó del brazo de Federico, y le dijo—: sabías que Pedro iba a ocuparse del Waterfront, ¿verdad?
—Sí, claro. Me lo comentó Paula, cuando vino a decirme que le había ofrecido el puesto de chef ejecutiva.
Pedro hizo una mueca cuando Dani golpeó la mesa con las manos.
—¿Por qué siempre soy la última en enterarse de todo?, ¿es que les cuesta tanto mantenerme informada de lo que pasa?
—¿Por qué te importa tanto quién es el chef? —le preguntó Federico—. Al fin y al cabo, no es tu restaurante.
Pedro fulminó a su hermano con la mirada.
—Cierra el pico —se volvió hacia Dani, y le dijo—: iba a decírtelo esta noche.
—¿De verdad has contratado a tu ex mujer para que cocine en tu restaurante? —le preguntó ella, asombrada.
—Es buena, lo bastante conocida como para atraer a la clientela, y estaba disponible.
—Genial —murmuró su hermana—. Al menos es bastante tarde, así que no creo que el día pueda empeorar mucho más.
Pedro no supo qué decir. Era injusto que, en lo concerniente al negocio familiar, Dani siempre tuviera las de perder.
—Paula es una chef fantástica, conseguirá que el viejo local se convierta en todo un éxito —comentó Federico—. ¿No es eso lo que quieres?, tú eres la que está tan interesada en que la compañía siga adelante.
—No se trata de eso —dijo Dani.
Pedro miró a su hermana. Su tensión era patente, y era obvio que no estaba nada contenta. Quizás fuera porque él era el mayor y ella la más pequeña, o simplemente porque era la única chica, pero siempre había cuidado de ella. Nadie molestaba a Dani sin pasar antes por encima de él, y lo mismo podía decirse del resto de sus hermanos.
Pero ella ya no era una niña, y él ya no podía protegerla del resto del mundo.
—¿Qué tal te van las cosas? —le preguntó.
—Bien, la nueva selección baja en calorías funciona de maravilla. Los niños pueden devorar las hamburguesas, mientras sus madres siguen con su dieta.
No parecía demasiado entusiasmada, aunque era comprensible. Dani había hecho un máster en gestión de restaurantes, y había vuelto a Seattle dispuesta a ir ascendiendo en la empresa; sin embargo, en vez de darle un puesto en el Waterfront o en el Alfonso's, el asador de la familia, Gloria la había enviado a la ciudad de Tukwila, para que trabajara en la hamburguesería. Había empezado como maître, después había pasado a encargarse de las frituras y hacía dos años que había ascendido a gerente, pero a pesar de lo duro que trabajaba y de todas las veces que había hablado con Gloria, la vieja se negaba a trasladarla.
—Permites que te afecte —le dijo Federico—. Si el negocio te trajera sin cuidado, ella no podría herirte.
—Eso es imposible para mí —se limitó a decir Dani.
Pedro sabía que lo decía muy en serio. Su hermana no tenía elección, porque el negocio era primordial para ella; a pesar de todo, era una Alfonso hasta la médula. Con Gloria interponiéndose en su camino, sus opciones eran aguantar y esperar a que su abuela finalmente cambiara de opinión, o dejarlo todo y buscarse otras metas.
Le rodeó el cuello con un brazo, la acercó hacia sí y le dio un beso en la cabeza.
—La vida es muy injusta —comentó.
—Dímelo a mí —Dani se incorporó, y levantó su cerveza—. Vamos a cambiar de tema. Por Agustín. Que siga bien y vuelva a casa con nosotros.
Bebieron a la salud de su hermano, que estaba con los marines en Afganistán.
—Al menos, estaremos todos juntos la próxima vez que le den un permiso —añadió Dani.
—Es verdad, organizaremos algo especial —comentó Pedro.
—Oh, venga ya, como si les gustara tanto organizar fiestas —dijo Dani—. Saben que al final seré yo quien tenga que ocuparse de organizado todo.
Federico miró a Pedro, y le preguntó:
—¿Cuándo se ha vuelto tan mandona?
—Hace un par de años.
—Sigo siendo más grande que tú —le dijo Federico a su hermana.
Con una sonrisa, ella contestó:
—Sí, muchachote, pero te enseñaron que nunca hay que pegarle a una chica, ni siquiera a tu hermana, así que no puedes hacerme nada.
Pedro estaba sentado en el comedor del Waterfront, esperando. En el momento justo, la puerta de la cocina se abrió y apareció Paula, vestida con unos pantalones a cuadros, unos zuecos y una chaqueta de cocina con manga de tres cuartos. Un pañuelo azul mantenía su cabello trenzado apartado de su cara.
Pero en vez de una bandeja con una selección de comida, lo que llevaba era un solo plato, y Pedro  frunció el ceño cuando le puso delante las patatas fritas con pescado.
—Éste no es el único plato al que le puse objeciones, también quiero probar los otros —le dijo.
—Primero prueba éste —contestó ella, sin molestarse en ocultar la seguridad que sentía—. Pruébalo y llora. Voy a apartarme un poco, para que puedas venir arrastrándote hacia mí.
Sí, claro. Le había servido patatas fritas con pescado, tampoco era nada del otro mundo. Aunque pedro  tuvo que admitir que la presentación estaba muy lograda. El plato oval color crema contenía tres piezas de pescado, unas patatas fritas y una colorida ensalada de col sobre una hoja de la misma planta.
—¿Lleva vinagre de malta? —le preguntó.
—Claro que no —contestó ella.

3 comentarios: